Laila acomodó la mejilla en el pecho de Michelle y se dejó llevar por la música. Quería que el tiempo se congelara en ese momento, tanto como quería vivir junto a Michelle cada día que venía.
Él había hecho de esa noche una de las mejores de su vida. El jardín estaba decorado perfecto para la ocasión y Michelle había preparado comida como para alimentar al menos unas seis personas como mínimo.
Ni por un instante había pensado que él estaba tramando algo cuando la animó a salir con sus amigas.
Siempre iba a recordar el momento exacto en el que se había retirado las vendas y había visto a Michelle hinchado en el suelo. Era como hubiera pasado una eternidad desde día en que lo conoció. Tanto había cambiado desde entonces. Él le había enseñado a confiar otra vez en el amor y se había robado su corazón poco a poco.
—Un euro por tus pensamientos.
—Ganas una buena cantidad de dinero al año, pero solo me ofreces un euro. Además, no estoy interesada en tu dinero.
—Seguro que tengo algo qu