Laila De Luca terminó con corazón roto la primera vez que se enamoró, aquel fue un golpe duro del que aún no se ha recuperado. Cuando vuelve a ver al hombre que la lastimó, la ira bulle dentro de ella. Debería haberle dicho entonces todo aquello que había guardado por tantos años y no inventarse un novio falso. Por supuesto, esa no fue su única mala decisión. ¿En qué estaba pensando cuando aceptó la ayuda de Michelle? Michelle Ranieri es un hombre que sabe lo que quiere. Construyó la cadena de restaurantes más famosa de país desde cero. No ha llegado tan lejos por detenerse ante los obstáculos y es un hecho que nada lo va a detener de convencer a Laila que están hechos el uno para el otro. Si tiene que fingir ser su novio para ello, pues que así sea. Ella puede poner todas las reglas que quiera, pero todo el mundo sabe que algunas reglas están hechas para romperse.
Leer másAños atrás
La risa de la muchacha del otro lado de la puerta le produjo un escalofrío a Laila. El pánico se apoderó de ella al darse cuenta que Franco no estaba solo.
Había ido a ver a su novio, luego que él la llamara para cancelar su cita de esa tarde. Él le había dicho que sentía mal y que se quedaría en casa. Laila, que estaba muy preocupada por él, había viajado hasta allí con la intención de cuidarlo.
Al llegar, no se molestó en llamar. Franco le había dado una llave algunas semanas atrás, en caso de emergencia.
—¿Hasta cuándo seguirás con ella? —preguntó una voz demasiado familiar.
La había escuchado tantas otras veces en clases. Sin embargo, esta vez había algo diferente en ella. Crudeza.
—Solo espera un poco más. Ya casi obtuve lo que quería y luego habré terminado con ella.
—No estoy segura como lo aguantas.
—Pues para nada es fácil. Deberían darme un premio por aguantar todos estos meses con ella. —Franco soltó una risa.
—Es una niñata boba y jamás podrá hacerte sentir lo que yo.
—Eso se siente bien. —La voz de Franco sonó distorsionada por el placer.
Laila tragó saliva en un vano intento por no vomitar. Tomó un par de respiraciones profundas. Armándose de valor, sujetó la perilla y abrió la puerta. El dolor consumió su corazón. Nicol estaba con la mitad del cuerpo sobre Franco. Los dos estaban tan perdidos en su beso que no notaron su presencia de inmediato.
Un sabor amargo escaló por su garganta al saber que ella había besado esos mismos labios y que algunos días atrás había estado en una situación similar de la que ahora era una espectadora.
Debió de hacer algún sonido porque ambos se separaron y se giraron hacia ella. Los ojos de Nicol brillaban con maldad y Franco, aunque parecía sorprendido, no parecía arrepentido.
Deseó que todo se tratara de un mal sueño, tal vez despertaría pronto.
—Laila —dijo Franco levantándose de un salto. Se colocó su bóxer mientras Nicol solo se sentó cubierta por la sábana y la miró con sorna desde la cama.
Quedó más que claro que no se trataba de ninguna pesadilla.
Tantos pensamientos corrieron por su cabeza. Quería causarles a ambos el mismo dolor que ella estaba sintiendo.
Casi nada la dejaba sin palabras, pero en ese momento fue difícil encontrar que decir.
—¿Es cierto? —preguntó. Algo en su interior, aún se negaba a creer a la verdad delante de ella.
—Ya no tiene caso ocultar la verdad, cariño —dijo Nicol y estiró la mano para tomar la de Franco—. Es mejor que se lo digas y terminar con esta farsa.
Laila ya no estaba escuchado, su atención estaba en las manos de ambos unidas.
—Laila, escucha… no es así como quería que te enterarás, pero esto facilita las cosas. Es igual terminar ahora o dentro de unos días.
Había esperado que al menos él intentara negarlo, que le repitiera cuanto la amaba y que todo era un malentendido. ¿Dónde estaba el hombre que la había tratado con ternura, qué no se había cansado de repetirle que era la mujer de su vida?
—Dijiste que me amabas —susurró.
—Debía de hacerlo si quería que creyeras en mí. Tu apellido es uno de los de más prestigio en la ciudad y necesitaba el impulso para ayudar en el negocio familiar. Vamos ¿no creerás que enserio me podría fijar en alguien como tú?
—Dime que está es una jodid@ broma. —Su voz fue subiendo de tono con cada palabra—. ¡Tú me utilizaste!
El nudo en su garganta le impidió decir más. Apretó los labios y se negó a llorar.
—Deja de hacer de esto un espectáculo y acepta que eres demasiado sosa y mojigata para él. No es nuestro problema que no te dieras cuenta antes, alguien más inteligente lo habría hecho.
La rabia comenzó a correr por sus venas. Ya era suficiente, no tenía por qué aguantar aquello. Era ella quién había sido utilizada y ahora trataban de humillarla aún más. Pues no iba a permitirlo.
Dio un paso hacia adelante y levanto la mano. Franco se colocó delante de Nicol, aquel gesto le demostró de lado de quién estaba.
Todos los maldit0s meses que había desperdiciado junto a él. Y lo peor es que aún después de ver que no había sido más que una marioneta, no podía borrar los sentimientos que tenía por él, pero lo haría. Los destruiría en pedazos de la misma que él había hecho con su corazón.
—No hagas de esto un espectáculo. Lo superarás y hasta podremos ser amigos.
Soltó una risa carente de humor.
—¿Es que acaso estás loco? Me acabo de enterar que estabas conmigo por interés y que además me engañabas con esa mujerzuel@. —Miró a Nicol con desprecio—. Al menos podrías haber escogido a alguien mejor. Pero que se puede esperar de un tipo de tu clase. No sabrías reconocer algo de calidad ni aunque te lo dijeran.
—Siempre tan arrog…
Levantó la mano para callarla
—No tengo nada que hablar con… —la miró de pies a cabeza— alguien de tu clase. —Devolvió su mirada a Franco—. Y contigo, en lo que a mí respecta, puedes quedarte con ella. Son el par perfecto después de todo.
Tenía tanto que quería decirle, insultarle hasta que no le quedara más saliva, pero no creía que pudiera aguantar mucho más antes de romperse. Así que hizo lo único que podía, se dio la vuelta y salió de allí.
Laila se mojó el rostro e inhaló profundo, el malestar estaba desapareciendo poco a poco. Tomó el pequeño palo de plástico, el tiempo necesario ya había pasado. Una sonrisa se extendió por sus labios al ver el resultado. Estaba embarazada… otra vez. Después de Ava, ella y Michelle habían querido esperar un poco antes de pensar en tener otro hijo. Había pasado un poco más de año y medio desde entonces. Un par de meses atrás ambos habían decidido que era hora de agrandar la familia. Ambos deseaban tanto tener otro hijo o hija, incluso si tenía que volver a pasar por desvelos y noches de preocupaciones. Dio un brinco al escuchar un golpe en la puerta. —¿Laila? ¿Estás bien? —Sí, salgo en un momento. —No te creo. Tus papás dijeron que estabas un poco pálida cuando recogieron a Ava. —Ustedes deben dejar de chismear sobre mí —bromeó—. Si se esforzaran un poco más, verían que hay muchas otras cosas de las que hablar. Sonrió divertida. Sus padres eran tan cercanos a Michelle y siempre e
Michelle despertó con el ruido que provenía a través del intercomunicador. Tomó el aparato y bajó el volumen antes de que Laila se despertara. Quería darle al menos unos minutos más de sueño antes de que tuviera que despertarse para alimentar a la pequeña Ava, llamada así en honor a la matriarca de la familia y la mujer más admirable. Se puso de pie y se dirigió hasta la habitación de su hija antes de que los gimoteos se convirtiesen en el verdadero show. Desde que había llegado al mundo, Ava se había asegurado de dejar en claro lo fuerte que podía gritar desde su primer llanto. Su hija había nacido un par de semanas atrás. Laila había estado magnifica hasta el último segundo mientras él apenas había logrado mantenerse consciente viéndola sufrir. No sabía cómo iba a aguantar cuando llegara el momento de que Ava recibiera sus vacunas, casi se podía verse llorando tan o más fuerte que su hija. Cuando se trataba de los dos amores de su vida, no era tan fuerte como pensaba. —Hola, cariñ
Michelle sacó la cabeza por la puerta y miró a ambos lados del pasillo. No vio a nadie cerca y sonrió victorioso. Salvatore, Alessandro, Fabrizio y Piero se habían marchado hace poco para ver que todo estuviera en orden afuera. Tenía que salir antes de que alguno de ellos volviera. Se movió por los pasillos con pasos largos y rápidos con un solo objetivo en mente: Llegar a la habitación en la que estaba Laila. No le había hecho ninguna gracia pasar la noche sin ella, apenas había podido dormir. Había extrañado su olor y su calidez junto a él. —¿A dónde vas? Michelle se quedó quieto en su lugar, esperando que su amigo lo dejara en paz y continuara con su camino. —¿Si sabes que sigo viéndote? ¿verdad? Se dio la vuelta para confrontar a Salvatore. Él estaba parado unos pasos más allá con las manos en los bolsillos y una sonrisa burlona en el rostro. —Yo estaba yendo al exterior. Salvatore inclinó la cabeza hacia un lado para ver más allá de él. —Creo que te equivocaste de camino.
—Creo que hay más personas de las que recuerdo —comentó Michelle mientras se acercaban a su familia.Laila sonrió divertida. La última vez que todos se habían reunido, habías sido en navidad. Isabella había invitado a Michelle a unirse a ellos y él había encajado muy bien con su familia.—Por el contrario, estoy segura que faltan al menos un par de ellos.Algunos de sus primos estaban estudiando en el extranjero y no habían podido unirse a ellos en esa ocasión. Aun así, siempre venían tantos como podían. Era una tradición de la que disfrutaban aun después de tantos años.Laila no estaba directamente relacionada con la mayoría de los que estaban allí, pero debido a los unidos que sus padres los habían criado se habían formado vínculos sólidos entre ellos, incluso con los más más jóvenes.Era bueno tener una familia con la que pasar el tiempo y con la cual contar cuando algo iba mal. No todos eran perfectos, algunos de ellos se habían metido en problemas serios mientras crecían y otros
Laila acomodó la mejilla en el pecho de Michelle y se dejó llevar por la música. Quería que el tiempo se congelara en ese momento, tanto como quería vivir junto a Michelle cada día que venía. Él había hecho de esa noche una de las mejores de su vida. El jardín estaba decorado perfecto para la ocasión y Michelle había preparado comida como para alimentar al menos unas seis personas como mínimo. Ni por un instante había pensado que él estaba tramando algo cuando la animó a salir con sus amigas. Siempre iba a recordar el momento exacto en el que se había retirado las vendas y había visto a Michelle hinchado en el suelo. Era como hubiera pasado una eternidad desde día en que lo conoció. Tanto había cambiado desde entonces. Él le había enseñado a confiar otra vez en el amor y se había robado su corazón poco a poco. —Un euro por tus pensamientos. —Ganas una buena cantidad de dinero al año, pero solo me ofreces un euro. Además, no estoy interesada en tu dinero. —Seguro que tengo algo qu
Michelle sonrió al ver a Laila con el vestido que había comprado para ella. Se veía tan perfecta como había esperado y era bueno no haberse equivocado con la talla. Su embarazo aún no se hacía notar, pero sus senos sí habían aumentado de volumen. Su lado más primitivo estaba más que emocionado por ver los cambios que el embarazo iba a causar en el cuerpo de su adorada novia.Laila todavía no había notado su presencia. Ella se estaba mirando en el espejo mientras se probaba diferentes peinados. En la mañana había llamado a Isabella y Cloe para que la convencieran de pasar el día juntas mientras él se encargaba de preparar una noche romántica. Las dos se habían mostrado más que dispuestas a ayudarle y no había sido hasta hace un hora y media atrás que Laila había regresado. —Me gusta cómo te queda suelto.Laila soltó su cabello. Sus ojos se encontraron con los de él a través del espejo y ella le dio una sonrisa.—¿Hace cuánto estás parado allí como un acosador?—Unos minutos. —Se acer
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