Capítulo 4: Un favor

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Laila.

Michelle miró sobre su hombro y le dio una sonrisa. Laila estaba sentada unos metros más allá, detrás de la mesa que estaba acomodada cerca de una de las esquinas de la cocina. Traía puesta su ropa de dormir que consistía en un polo bastante enorme que por su bien mental esperaba perteneciera a alguno de sus hermanos y unos shorts de tela que había vislumbrado en el momento que se sentó. No era una lencería de seda, pero seguro como el infiern0 que se veía sexy.

Incluso cuando trataba de mantenerlo al margen, el que no se hubiera molestado en arreglarse para recibirlo demostraba que se sentía cómoda en su presencia, mucho más de lo que quería aceptar.

—Solo un poco de chocolate, parece que en verdad lo necesitas.

Laila había estado bastante tensa cuando lo recibió.

Sirvió el chocolate en un par de tazas y las colocó sobre la mesa.

—Aquí tienes.

Laila sujetó su taza con ambas manos, se la llevó cerca de la nariz y tomó una inhalación profunda. Cerró los ojos y soltó un gemido. Ese sonido se estaba volviendo en una tortura.

—Esto huele delicioso. ¿Hay algo que no hagas bien?

—Absolutamente nada.

—Siempre tan humilde. —Laila sacudió la cabeza, luego probó el chocolate y volvió a hacer aquel ruido de placer.

Esperó que ella le diera algunos sorbos más antes de preguntar por qué estaba allí.

Laila levantó la mirada y se mordió el labio inferior. Michelle estiró una mano y lo liberó de la presión. Aunque alejó la mano, sus ojos se quedaron con la mirada clavada allí. Se preguntó cómo se sentiría probarlos.

—Necesito pedirte un favor —dijo ella.

Estaba demasiado distraído que le tomó un par de segundos recordar de que estaban hablando.

—Déjame adivinar. No puedes dejar de pensar en mí y me pedirás que cocine para ti, así podrás verme todos los días. Sería mejor si me mudo contigo. —Miró hacia el pasillo—. Creo que hay espacio suficiente para los dos, pero también podríamos irnos a mi casa.

Laila lo miró con irritación.

—Nunca te tomas nada en serio. Olvida lo que te dije. Ni siquiera sé por qué te llamé en primer lugar. Encontraré a alguien más. —Laila se apoyó en la mesa con la intención de levantarse—. Lamento haberte fastidiado en vano.

Sonrió divertido.

Estiró su mano y tomó la suya para detenerla.

—¿Qué es lo querías pedirme?

Ella se quedó en silencio durante tanto tiempo que creyó que le pediría que se marchara.

—Va sonar extraño —dijo ella por fin.

—Adelante.

Laila tomó una profunda inhalación y empezó. 

—Está este sujeto, Franco, fue mi novio en la universidad. Las cosas no terminaron bien para nosotros. —Laila hizo una mueca al decir eso último—. Esperaba no volverlo a ver, pero no tengo tanta suerte.

Laila no parecía nada feliz hablando de su ex. No era difícil deducir que él le había hecho daño.

La curiosidad de Michelle despertó, pero se mantuvo en silencio. Todo lo que sabía de Laila hasta ese momento le dijo que ella no compartiría más información de la necesaria con él.

—Esta mañana mi jefe me dijo que trabajaré en un artículo de él. Como si eso no fuera suficiente él me invitó a almorzar. Intente deshacerme de él, digamos que no resultó como esperaba. Ahora se supone que mi novio y yo tenemos que salir a almorzar con él.

—¿Desde cuándo estás saliendo con alguien?

Michelle había interrogado a Salvatore hasta el cansancio y él le había dicho que Laila no salía con nadie.

—Ese es el problema y el motivo por el que te pedí que vinieras. —Laila hizo una pausa—. Necesito que me ayudes a encontrar a alguien que se haga pasar por mi novio.

Sí, no había manera que la dejara pasar tiempo con algún idiota.

—No es necesario, yo mismo lo haré.

—¿Cómo?

—Necesitas a alguien y yo estoy más que feliz de ayudarte. —Sonrió.

—¿Por qué?

—Velo como un favor a una amiga.

Laila lo miró con una ceja arqueada.

—Ni siquiera somos amigos.

Michelle se llevó la mano al pecho.

—Es bueno que mi corazón no sea débil o acabarías con él con un par de palabras.

—¿Seguro que no puedes encontrar a alguien más que me pueda ayudar? Será solo por unas horas.

—Creo recordar que mencionaste que trabajas con ese sujeto durante un tiempo. Sería extraño que tu novio no diera señales de vida durante todo ese tiempo, peor tratándose de un ex. Si fueras mi novia… espera ya lo eres —acotó con una sonrisa— y no me gusta que pases tiempo con él.

—Tienes razón.

—Siempre la tengo.

—Comienzo a arrepentirme —susurró ella, pero él logró escucharla—. Tal vez debería buscar a alguien más. Nadie creerá que estamos juntos y nos queremos. Escuché que hay agencias…

Laila se quedó callada a mitad de la oración al verlo levantarse.

Michelle rodeó la mesa. Se inclinó y acunó una de sus mejillas.

—Deja que me encargue de eso.

—¿Qué.. qué haces?

Ella no le era indiferente, por algún motivo solo trataba de protegerse de él. Tal vez tenía que ver con ese tal Franco.

—Demostrarte que estás equivocada.

Se acercó a ella con calma, dándole tiempo para detenerlo en cualquier momento. Laila no lo hizo, así como tampoco intentó alejarse de él.

Sus labios rozaron los de ella con suavidad. En cuanto ella abrió la boca, lo tomó como una invitación para profundizar el beso. Sus labios tenían el sabor del chocolate, pero prefería probarlos de su boca. Besarla era mucho mejor de lo que se había imaginado y supo que sería difícil no hacerlo cada vez que tuviera oportunidad.  

Se alejó de Laila pese a todos sus deseos, pero si no lo hacía ahora no iba a poder hacerlo después. Su cuerpo le estaba exigiendo que la llevara hasta su habitación para terminar lo que habían comenzado.

Los ojos de Laila brillaban con deseo y sus labios estaban hinchados. Se veía demasiado provocativa.

—Si me miras como en este momento, no tendremos problemas. —Se aclaró la garganta y dio un paso hacia atrás, necesitaba un poco de distancia—. Debería irme a casa… ¿A menos que quieras que me quede? —Se aseguró de sonreír para quitarle la seriedad al asunto.

Laila pareció reaccionar solo entonces.

—Para nada —replicó ella al instante.  

—Es una lástima, podríamos haber…

—No dijiste que debías irte.

Soltó una carcajada.

—Por cierto, ¿dónde nos reuniremos?

 Laila le dijo el nombre y Michelle hizo una mueca.

—Sí, no hay modo de que eso suceda. Un chef tiene su orgullo y no pienso ir a un lugar en el que llaman comida a una porción de espuma, por muy innovador que sea.

—Esta debe ser la primera vez que te veo ofendido por algo.

—Dile que nos veremos en mi restaurante.

—Se te da muy bien eso de dar órdenes, pero harías bien en recordar que esta no es tu cocina y yo no soy una de tus ayudantes.

—Jamás podría olvidarlo, ninguno tiene la osadía de contradecirme.

—Le diré a Franco que nos veremos en tu restaurante, solo porque eso no le gustará ni un poco.

Laila lo acompañó hasta la puerta, allí él se inclinó para besarla en la mejilla. Ahora que había probado sus labios aquello no parecía suficiente, pero por el momento tendría que conformarse.

Podría estar haciendo esto para ayudarla, pero tenía sus propios motivos ocultos. Laila parecía tan empeñada en evitarlo y esta podría ser la única forma de pasar tiempo con ella.

—Buenas noches, preciosa. —Se dio la vuelta y se alejó a través del pasillo.

Era demasiado tarde cuando llegó, así que esperó hasta el día siguiente para buscar información sobre el ex de Laila. No fue difícil conseguir su apellido, solo tuvo que preguntarle a Laila.

Franco Basile era un tipo de dinero heredado por generaciones y su apellido era bastante conocido en el mundo empresarial. Él parecía un tipo rico y mimado, pero necesitaba algo más de información para confirmarlo.

—¿Michelle? —preguntó Fabrizio—. No esperaba tu llamada.

Se había hecho bastante cercano a los hermanos de Laila, o lo más que podías serlo cuando ibas detrás de su hermana menor y no te molestabas en disimularlo.

—Hola, Fabrizio. ¿Cómo estás?

—Bien. ¿Y tú? ¿Mi hermana sigue sin darte la hora?

Fabrizio parecía pasarla bastante bien cada vez que Laila lo ignoraba.

—Algo así, pero estoy trabajando en ello.

—Buena suerte con eso. ¿Para qué soy bueno? Desde ya te digo que, si es para pedirme ayuda con mi hermana, llamas a la persona equivocada. Si por mi fuera me aseguraría de mantenerte lejos de ella, pero mi esposa dijo que no me meta.

—No necesito tu ayuda para eso. Quería preguntarte sobre alguien. Franco Basile.

—¿Por qué quieres saber de él? —El tono de voz de Fabrizio había dejado de ser relajado.

—Es algo de negocios —mintió.

—Harías bien en mantenerte lejos de él si quieres evitarte problemas. Nada bueno sucede cuando él está cerca.  

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo