Acorralada por un idiota.

Cuando la chica pasa al lado mío me empuja con su hombro, se nota que está furiosa por lo que acaba de pasar, que culpa tengo yo. Todas las personas últimamente están como locas. Estoy al pensar que esto es un manicomio y no una empresa.

—¿Quién carajos eres? Y lo más importante…—se toca las sienes—.  ¿Por qué entras a mi oficina de esa manera? —se nota que está muy enfadado.

Toma un suspiro y me sigue diciendo más cosas.

—Dime ¿Acaso no te enseñaron a tocar antes de entrar? —ahora me grita.

—Sí, me enseñaron modales que por lo que veo con usted no fue así —le respondo sacada de onda por lo que acaba de decir—. Además, ¿Quién es usted para hablarme de esa manera? Fue la recepcionista quien me dijo que podía esperar en la oficina porque estaba en una reunión y toqué la puta puerta, pero como el señor estaba follando con una mujer que parece una cualquiera, la cabeza del pene no lo deja escuchar más que los gemidos de la joven.  

Me está observando como si estuviera analizando cada movimiento que hago y no dice nada, se regresa a su escritorio y se sienta en su silla, al parecer está impresionado por lo que le acabo de decir, ya que no se inmuta en moverse ni para correrme.

—Si eso es todo, me tengo que ir —al darme la vuelta la chica que estaba con él se asoma por la puerta.

—No vas a ningún lado sin mi permiso —anuncia, aunque no sé por qué él piensa que puede decidir sobre mí y lo que debo o no hacer.

—¿Amor, te espero en casa?

—Te acabo de decir que te fueras y yo te llamo —le grita por el enojo que siente.

Detrás de mí escucho cómo da un fuerte golpe en el escritorio, me estremezco por el sonido y miro que la chica se asusta. Cierra la puerta dejándonos solos, no puede ser que ella le tenga miedo a este hombre. Me cruzo de brazos y obligo a mis pies a voltear para decirle unas cuantas cosas…

—¿Por qué aún me retiene en estas cuatro paredes? —le pregunto de manera autoritaria, no dejaré que me venza.

Se levanta de su silla y camina a grandes pasos, se para frente a mí. Tengo miedo que me haga algo, soy pequeña y frágil. Me hubiera ido cuando tenía oportunidad ahora que hago con este hombre, ¿Y si me golpea?

No me queda más de otra que enfrentarlo, nadie me va a gritar de esa manera, aunque sea dueño de esta empresa, no tiene derecho. Mi madre me enseñó a no bajar la guardia y esta no es la excepción. Debe aprender a respetar a las personas y si me quedo lo va a aprender conmigo.

Tengo que ocultar mis nervios, así que enderezó mi espalda, sacó pecho y alzo mis brazos con los puños cerrados en mi defensa. Más vale estar prevenida, nadie sabe lo que vaya a pasar, él rompe su postura y se echa a reír a carcajadas.

¿Qué acaso tengo monos en la cara?

Ay está rojo como un tomate de tanta risa, ojalá que se ahogue con su propia saliva para que no se esté burlando de mí. De pronto se pone serio.

—Déjame decirte que eres muy divertida —otra vez vuelve a reír, en esta ocasión se escucha su risa en toda la oficina.

¿No comprendo, acaso me está tomando del pelo?

—Tengo todo el derecho porque estás en mi empresa y mientras que estés en ella yo mando —me está viendo con esos ojos profundos.

Mi ira se enciende por dentro cuando él dice todo eso, mi yo interior quiere darle una bofetada para que deje de ser egocéntrico conmigo.

—Mira no vine a pelear solo a buscar empleo… —Alzo mi mano derecha, giro el dedo índice a 360°—. Sé que eres el dueño de todo esto, pero no tienes que ser agresivo, por favor puedes bajar un poquito la voz.

Me mira raro con la ceja fruncida, se pasa una mano por su frente hacia su cabello. Hace una leve respiración, no sé qué estará pasando por su mente, solo posa sus manos en su cintura.

Cada vez está más cerca, estando cara a cara, lleva uno de sus dedos a mi frente. Tengo ganas de llorar, eso es mucho para mí, mi vista se pone borrosa.

Es alto, ya que él debe medir 1.70 de altura y yo soy de 1.60, piel canela, sus ojos color café que hipnotizan a cualquiera, es un hombre guapo y atractivo, tiene un cuerpo bien cuidado y se ve bueno físicamente.

Es un Dios griego, al lado de él parezco a un miembro de la familia pitufo.

Él habla bajo, no se le escucha casi nada.

—Tú debes hacer silencio, entendiste —lleva uno de sus dedos a mi frente mientras me está hablando.

Él cree que con esas palabras me va a intimidar. Nadie en este mundo me va a humillar de tal forma, puedo ser una chica humilde y sencilla, pero no tiene derecho sobre mí y eso siempre me molesta que todos supongan que soy menos por venir de una familia con pocos recursos. Levanto mi mano derecha y chasqueo los dedos

—Es muy fácil, me voy y listo. No necesito que alguien como tú me esté faltando el respeto sin haberme conocido, y mucho menos ser la empleada de un patán como tú que solo utiliza a las chicas a su antojo. Puedes tener todo el dinero del mundo, pero jamás vas a poder comprar el respeto de una persona.

Las últimas palabras la digo sollozando. Él solo se lleva sus manos a los ojos, notó que está llorando, no debí ser tan cruel, pero se lo busco por ser un imbécil.

Cuando me doy la vuelta para irme, me sostiene del brazo izquierdo con fuerza, su agarre me lastima, su respiración la tengo en la nuca. El aroma a vainilla hace estragos en mí hasta tal punto que me tambalee.

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