Al día siguiente, como Alejandro ya estaba advertido de que Abril renunciaría, no se presentó en la empresa. Observó cuando ella salió de casa, sabe que si él, como presidente, no se encuentra, ella no podrá renunciar.
Esperó todo el día a que ella le llamara, pero nada de eso sucedió. Llamó al departamento de recursos humanos y preguntó si hay alguna novedad. Para su suerte, le informaron que todo estaba en orden y que, su asistente, estaba manejando muy bien su trabajo.
Alejandro suspiró. Ella es muy inteligente y no debería de tener esos pensamientos de retirarse de la empresa. Pero ella es tan testaruda que prefiere hacer lo que se le da la gana cuando está enojada.
Eran las siete de la noche y ella aún no regresaba. Él estaba atento y a la vez preocupado de que su taxi no haya ido por ella y le tocara caminar nuevamente y sucediera lo mismo de la noche anterior.
“Lo mejor será que deje a un lado mi orgullo y la llame”. Dijo en su mente.
Llamó al menos treinta veces y ella no le a