Alejandro ya estaba de cuclillas sobre el suelo y con sus manos cubría el rostro. No decía nada, solo escuchaba aquellas palabras llenas de dolor que la joven arrojaba en contra de él. Había sido feliz en los últimos días al estar junto a ella, pero escucharla desahogarse le rompió el corazón.
—Merezco tu desprecio, pequeña. Yo… me iré ahora mismo, Abril. Cualquier cosa que necesites comunícate con el jefe de personal y él te ayudará con cualquier pequeño detalle que sea necesario.
Se levantó del suelo, se inclinó y le besó los pies para luego salir como un perro humillado; con la cola entre las patas.
Dos meses después…
En el lapso de ese tiempo Abril no estuvo sola. Siempre Alejandro contrató a una señora para que estuviera al pendiente de ella y la acompañara por las noches también. Ella no se opuso porque pretende deducirlo de su salario poco a poco hasta saldar toda la deuda.
De Alejandro no ha vuelto a saber nada desde aquella mañana que discutieron y le pidiera que saliera de s