ALEJANDRO
Lo que mi amigo Alberto me acaba de decir me ha dejado pensativo. ¿Aún puedo recuperarla? ¿Que no se supone que fue ella la que me pidió no volver a rogar por su perdón?
Todo eso me pone muy mal. Mis sentimientos por ella aún siguen intactos como el primer día en que le declaré mi amor. Pero sé que es imposible volver a estar juntos, y no porque no lo quiera, sino que...
—Señor Alejandro, ha llegado este paquete con su nombre—. Me interrumpe la mismísima Abril.
Ella me lo entregó y de inmediato se alejó.
—“A quien se le ocurre enviarme chocolates”—. Murmuré. Estaba a punto de tirarlos a la basura cuando noté la tarjeta que venía adentro.
—Sé que no te gustan… puedes devolvérmelos y lo tomaré como un detalle de tu parte. Firma: Abril.
Sonreí como hace tiempo no lo hacía, sí, efectivamente, nadie más que ella conoce mis gustos. Y claro que yo también sé que esos chocolates son la marca favorita de ella. Todo lo hizo con la intención de interactuar a base de los benditos chocol