Serena soltó un gemido cuando Vincenzo acarició su sex0. Los dos estaban tan ansiosos que aún seguían vestidos y no habían llegado más allá de pasillo.
—Vincenzo —gimió cuando él tocó un punto sensible en su interior.
—Te ves tan preciosa. —Vincenzo depositó en el centro de su pecho e intensificó el movimiento de sus dedos.
—No… no pares —suplicó entre jadeos.
—No planeaba hacerlo.
Vincenzo se tomó su tiempo para apreciar a su esposa. Sus ojos estaban nublados por el deseo, tenía el labial corrido y se mordía el labio intentando acallar sus gemidos. Entonces, se propuso hacerla gritar. Aceleró sus movimientos y sonrió satisfecho cuando ella empezó a gemir con fuerza. No le tomó mucho tiempo llevarla a su primer orgasmo.
—Te amo —declaró y se apoderó de su boca. Era un adicto a sus besos.
Vincenzo se aflojó el cinturón del pantalón y lo bajó lo suficiente como para sacar su miembro. La necesitaba y sentía que podía morir si no entraba en ella pronto. La sujetó de las caderas