De repente, un tirón brusco arrancó un grito de sorpresa a Bella.
Al instante siguiente, se vio envuelta en un amplio abrazo.
Reconoció el aroma familiar y, al girarse, vio que era Pedro.
Él acababa de llegar del ascensor y en su apuesto rostro se reflejaba un gesto adusto, mientras sus ojos oscuros miraban a Carlos con frialdad.
—¿Quién te ha autorizado a tocarla? —preguntó Pedro en tono grave.
Carlos tampoco lucía una expresión amable. —¿Qué te importa a ti? ¿Con qué derecho arrastras a Bella?
Ante esto, Bella se zafó del abrazo de Pedro y se colocó junto a Carlos, frunciendo el ceño hacia Pedro. —¿Qué haces aquí?
Pedro miró a Bella. Con el maquillaje tan cuidado, su ya de por sí encantadora belleza parecía aún más cautivadora.
Vestida con un elegante vestido blanco ceñido, la sencilla pero refinada prenda la envolvía a la perfección.
La falda le llegaba a las rodillas, dejando entrever sus delicadas y níveas piernas, dándole un aspecto atractivo.
Junto al Carlos ataviado con un traj