Phillip tomó una liga del cabello que estaba sobre la mesa y, con suavidad, apartó mi cabello hacia atrás, asegurándolo con facilidad. El gesto tan simple me tomó por sorpresa.
Por un momento, me quedé quieta.
Un recuerdo volvió a mi mente—uno del día en que morí. En ese entonces, mi vida pasó frente a mis ojos, una serie de escenas corriendo sin parar. Pero ninguna de ellas me hizo sentir calidez. Ninguna tenía felicidad.
Entonces lo entendí.
Cuando estaba viva antes, nunca tuve un momento que valiera la pena extrañar.
Eso tenía que cambiar.
Quería vivir diferente esta vez.
Hablamos un rato después de eso, la voz de Phillip era una presencia tranquila mientras yo sentía mi cuerpo volverse pesado por el sueño. Luché contra él, pero el calor de la habitación, el silencio, la forma en que él me escuchaba... todo me arrulló.
Ni siquiera me di cuenta de cuándo me dormí.
Cuando mi cuerpo se inclinó hacia adelante, Phillip me sostuvo. Sentí la calidez firme de sus brazos, el ritmo constante