Riley

El viaje en auto comenzó en silencio, lo que nunca era buena señal con mamá porque era una especie de advertencia.

Ella estaba molesta por algo y esperaba el momento perfecto para sacarlo. Por mi parte, tenía las manos cruzadas en el regazo, mirando por la ventana las casas que pasábamos, intentando hacerme lo más pequeño posible en el asiento del pasajero. Podía sentir que me miraba por el espejo retrovisor cada pocos segundos, y cada mirada me hacía sentir más aprehensión.

—Entonces —dijo al fin, su voz sonó falsa y dulce, lo que significaba que se acercaba un problema para mí—. Cuéntame sobre tu pijamada, cariño.

Sabía que eso venía, en especial al considerar que odió el hecho de que insistiera en quedarme para la pijamada.

A mamá no le gustaba perderme de vista y siempre quería saber todo lo que pasaba cuando no estaba con ella, cada conversación que tenía con otros, cada pregunta que me hacían y las respuestas que daba.

Hace mucho había aprendido que decir la verdad normalme