Layan se había acostumbrado a las reacciones impredecible de Priscila, o eso creía él. Lo menos que se le pasó por la cabeza fue que la loba lo fuera a besar y más en su estado. No era que la fuera a rechazar, solo que la forma que ella lo hacía era como si supiera hacerlo y muy bien.
¿Dónde demonios había aprendido tanto?
¿Con quién?
No había sido con él.
Sintió la ola de celos subir junto con la de excitación y ajustó su boca demandante contra de la Priscila e introdujo su lengua buscando la de ella. Su mano apretó la nuca de la loba para no dejarla escapar. Sus sentidos se dispararon cuando sus lenguas se tocaron y