Mientras los acordes de Can’t help falling love siguen sonando en el ambiente lo veo acercarse y mi corazón late fuerte como una bomba a punto de estallar.
Era el gran día, su gran día. El que soñé muchas veces sería el mío, pero cuyo protagonista había cambiado.
Ver los ojitos de ella brillar como dos luceros me reafirmaron que aquél que estaba caminando hacia a ella era el indicado y debo decir que mis manos, por primera vez en muchos años, fallaron algunos acordes. Clara me miró y solo me dio una sonrisa cálida, como si entendiera mis sentimientos y, por eso, pude seguir.
Su sonrisa deslumbra más que el traje de lentejuelas que busqué a propósito para molestarlo, pero que le quedó a la perfección y, con esa actitud de soy el dueño del mundo, que siempre le he visto, colocó su rodilla en el suelo, estiró su mano hacia ella e hizo la pregunta con esas palabras que algún día soñé decir yo…
¿Te quieres casar conmigo y seguir creando momentos así?
El sí era lógico, hasta yo lo habría da