Díganmelo fuerte y claro “la había cagado nuevamente” y ahora a niveles estratosféricos, es que esta bocota que me heredó mi santo padre no solamente sirve para el chisme, también para meter la pata hasta el fondo de la m****a.
Protégeme, señor con tu espíritu…
Me doy la vuelta en cámara lenta, después de que veo las caras de los chicos y peor aún, de haber tenido la genial idea de preguntar si el señor pesadilla se encontraba tras de mi y que ellos asintieran.
Esta verde, que digo está pasando a un azul furioso con ribetes rojos en sus ojos de la rabia que bulle desde su interior y yo no sé si salir huyendo o prestarle una pala para que cave mi tumba en este mismo lugar. Capaz y mejor le ayudo a cavar y le hago más fácil el trabajo.
«Sí, eso sería lo mejor, debo pensar en mi obituario... Aquí yace la hermosa recluta Hannah Cicarelli, no le bastó con ser una bocota y terminó siendo eliminada por convivencia»
—Señor, yo…
—Espero que esto no se vuelva a repetir, Cicarelli—me dice, mascullando entre dientes y tratando de guardar la compostura que su cargo le otorga y le obliga.
—Sí, sí, claro, lo prometo, Señor, por mi abuelita Blue que está… —en su despacho o en algún tribunal haciendo trizas a alguien, pienso rápidamente—, sí, eso, por mi abu. Perdón, como le digo, prometo que no lo vuelvo a hacer.
Él me mira extrañado y creo que todos se están aguantando la risa tras de mí, pero que conste que no le estoy prometiendo en vano, la abu Blue es uno de mis seres más sagrados en este mundo, ah… pero eso él no lo sabe.
—Más te vale, Cicarelli, no quiero escucharte nuevamente hablando de mi sexualidad como si hubieras pasado por mi cama—¿WTF? ¿Perdón? ¿Es mi idea o acaba de insinuar algo?
—Gracias a dios que no— le respondo con la mayor naturalidad del mundo, ni que quisiera meterme en su cama, iugh, ¡aléjate satanás!
—¡Cicarelli!—¿Y ahora qué hice? Si él fue el que dijo tamaña estupidez.
—¡¿Qué?!
—¿Qué acaba de prometer?
—Y usted ¿Qué acaba de insinuar?
—Nada que muchas no lo hayan intentado.
—Engreído— reviro los ojos para seguir mi camino, ya me bastaba con la dosis diaria de EPDLCE (resumido, creo que buscaré otro apodo para él) en mi sistema y ni siquiera había tomado mi sagrado desayuno, así que mejor me muevo a su costado para no seguir discutiendo estupideces y saludo a la linda Lu— ¡Hola, mi Lu hermosa!
—Hola, mi niña bella ¿Panques?
—Sip, gracias.
—No he terminado con usted, Recluta—me dice muy pegadito a mi espalda y juro que me está hablando al oído. Muevo mi hermosa cabecita hacia el lado de donde viene la voz y lo miro con cara de ¿qué m****a quiere ahora? Aunque creo que no debí hacerlo porque nuestros bellísimos rostros están a milímetros de distancia y siento su aliento que por suerte no tiene olor a azufre. Respiro hondo y me armo de valor para hablarle, de una manera pausada y relajada.
—Señor, ¿será posible poder desayunar en paz y tranquilidad esta bella mañana de diciembre? —sumen a mi postura, batido de pestañas y sonrisa de comercial dentífrico como me enseñó Alma. A propósito ¿Me lavé los dientes? Pero claro Hanny, lo hiciste, es una regla salir con los dientecitos limpios de la ducha.
Vuelvo a mi actitud y estoy exultante al ver como su cara se torna roja como tomate maduro ¡Ay, Alma! creo que tus clases privadas están dando por fin frutos, pues el señor pesadilla alza sus manos, en son de rendición y se lleva la bandeja que la hermosa Lu le había entregado, pasa por mi lado y niega con la cabeza.
—Déjalo un rato, chiquilla, hoy no es un buen día para él— me dice Lu y me entrega mi ración de comida.
—Pero yo no hice nada— o todo, ya ni sé.
—Estabas hablando de él a sus espaldas y no en muy buenos términos, eso no se hace, linda.
—Lo sé y le ofrecí disculpas, pero es que él… él…
—Es un gran chico, cuando lo llegas a conocer—¿Será que estamos hablando de la misma persona? Creo que no, pero Lu me sonríe un tanto incómoda dándome a entender que si.
—Pues como vamos, eso va a pasar… NUNCA—digo un tantito exasperada.
—Dale una oportunidad, te prometo que no te vas a equivocar con él.
Suspiré pausadamente y agradecí la bandeja a Lu, no sé por qué, pero esa frase me dejó con un raro sabor de boca y la verdad sea dicha, en todo este tiempo que he estado aquí me preguntaba ¿qué le habré hecho a este sujeto para que me trate de esa forma? Aunque con esas frases que me gasto cada vez aue le respondo ni yo misma me aguantaría, hasta Cam o Mel me habrían dicho que era una desubicada, si hasta me parecía más a Mel, ella era la de palabras mordaces y trato de perra loca.
Definitivamente, culpen a mi genética, tenia un padre metiche, deslenguado e italiano y yo era su copia feliz del edén. Creo que lo que dice mi madre en definitiva era cierto, ella fue sólo la incubadora.
—La sacaste barata, pastelito— me dice mi mejor amigo aquí sentándose a mi diestra.
—No lo sé, mi querido Somerson, hay veces que quiero morderme la lengua antes de hablar, pero él me saca de mis casillas tan fácil que me sale natural, las palabras, digo.
—Todos sabemos que el instructor te tiene entre ceja y ceja por ser la mejor, preciosa, no te angusties y deja que las cosas pasen— esa era Maia, que está a mi siniestra, es mi otra compañera y la eterna enamorada de Somerson, el tema es que ella no sabia que a mi amigo le gustaba lo mismo que a ella, pero yo no era la indicada para decírselo, obviamente.
—Ya, dejen de reprenderla—Jacobs me defiende y yo le doy mi mejor cara de cachorrita desvalida—. Además, fue bastante desubicado con eso de que todas se le lanzan encima.
—¿Cierto, Tim? Es que Ash, el tipo no puede ser más ególatra porque no cabrian en este lugar él y su ego.
—Pero es que si no fuera porque te conozco diría que hay cierta tensión sexual entre ustedes dos—lo veo y no lo creo ¿Cómo se le ocurre tamaña estupidez a Somerson?
—¿Estás loco?
—No, no lo estoy, pastelito y creo que todos pensamos igual—todos asienten a lo que dice mi ahora ex amigo y tengo ganas de ir a buscar la pala para abrir la tierra y enterrarlo a él.
—Pues te equivocas, palomo. Lo único que provoca Benedict Henderson es… es…
—Darle unos buenos azotes en ese culito que se trae.
—¡¿Qué?¡ No, idiota, me dan ganas de quitarle esa puta sonrisa fanfarrona de su cara, por eso me estoy preparando.
—No te creo. ¿Estás preparando algo en contra de él?
—Elemental, mi querido Somerson. Ya verá ese señor, si señor que con Hanna Cicarelli Sinclair no se juega—Bufé un tanto molesta y me resigné a que mi delicioso desayuno me supiera a estiércol, de cuando en vez, miraba a la mesa de los instructores y ahí estaba él que me miraba un tanto pensativo.
¿Qué estará tramando ahora? ¿Un examen sorpresa? ¿Una escalada al muro? ¿Un juego de rol? ¡Diablos!, el señor pesadilla algo se traía entre manos y no sé por qué yo estaré metida en ese jueguito.