El movimiento instintivo de Patricio captó mi atención. Levanté la mirada sorprendida hacia él y le pregunté: —¿Patricio... ...qué te pasa?
—Estoy bien...
Pero justo después de decir eso, su alta y erguida figura se desplomó hacia mí, y me pareció percibir un olor a sangre...
Lleno de pánico, grité a todo pulmón: —¡...Médico!
Cuando el médico llegó, Patricio ya había perdido el conocimiento.
El médico lo examinó cuidadosamente y descubrió que su brazo estaba herido, parecía ser una herida de bala, tratada de forma rudimentaria, la sangre en la gasa estaba algo coagulada. El médico cortó la gasa y trató la herida, además de inyectarle un antiinflamatorio, pero seguía inconsciente.
Luego, el médico me dijo: —¡No se preocupe! El señor Álvarez no está en coma, simplemente está exhausto, es un sueño profundo. Por suerte, la herida no es profunda y no hay señales de infección, se recuperará pronto.
Solo entonces me tranquilicé un poco, pero no entendía cómo había recibido un disparo mientras