Antes de llegar a casa, Dulcita ya se había quedado dormida.
Una vez estacionado el coche, Hernán se acercó y tomó a su hija en brazos, llevándola a su habitación.
Después de acomodar a la niña, me preparé para darme un baño.
El móvil de Hernán sonaba ocasionalmente. Él lo miraba de reojo y lo colgaba. Parecía inquieto. Yo sabía perfectamente que no contestaría en mi presencia.
Llevé un pijama y mi móvil conmigo al baño. Encendí el agua y abrí la puerta del baño solo un poco, para poder escuchar lo que ocurría afuera. Efectivamente, escuché a Hernán hablando en voz baja por móvil.
Llamé a Ivanna, el número que creía que podría ser quien le llamaba. Pero el móvil sonaba ocupado.
Confirmado, Hernán seguramente estaba hablando con ella. Me enfurecí, temblando de rabia.
Me duché apresuradamente y salí del baño. Hernán escuchó el ruido y colgó rápidamente la llamada, regresando al balcón como si nada hubiera pasado.
—Esposa, ¿ya terminaste de bañarte? —preguntó, con una sonrisa forzada. Tom