Recuperando a mi difunta esposa
Recuperando a mi difunta esposa
Por: Mar Urbano
"¿Me matarás?"

Eva entró en el dormitorio con el corazón agitado.

Su esposo había vuelto antes de lo estimado de su última misión y las cosas no andaban muy bien entre ellos últimamente.

- General – intentó llamar su atención desde la puerta del dormitorio.

Pero Salvador miraba del otro lado del ventanal ante ellos.

Salvo por la semana en que se casaron, no lo veía con su uniforme o parte de él.

Ahora, parado de espaldas a ella, con las botas puestas, el pantalón de su uniforme y una camiseta negra que se pegaba a sus anchos hombros, se veía imponente.

E incluso, inalcanzable. Como si siempre estuviera por encima de todos, y ella nunca estuviera a su altura.

Aun así, Eva sintió mariposas en su estómago.

Aunque no compartían mucho tiempo juntos y hablaban aún menos, en la cama él le había mostrado un mundo que para ella era tan fascinante como desconocido, y al menos en esos instantes, se permitía sentir que había más que solo papeles entre ellos.

- General – insistió.

Salvador volteó, pero la expresión del hombre la congeló.

- ¿Sucede algo, General?

- La misión fracasó – le respondió

Ella tardó en comprender el significado de lo que él le decía. 

Salvador Domoniccie era un militar de alto rango a quien se le asignaban misiones de suma importancia.

- ¿Estás bien? – Eva se preocupó

Salvador soltó el humo del cigarro que sostenía, directo en dirección a ella.

Eva comenzó a toser, no tenía resistencia al tabaco.

- Fuimos emboscados – agregó Salvador

Ella quería acercarse a él, pero había una barrera entre ellos que aún no lograba saltar: ese matrimonio solo era protocolar.

La intimidad entre ellos también, al menos para él.

La familia de Eva necesitaba el respaldo de la familia Domoniccie para sostenerse en la política, y la familia de Salvador, quería un heredero para asegurar su descendencia.

Ella quería preguntarle más, pero Salvador nunca aceptaba de buena gana sus intentos por acercarse.

- Lo siento – Eva susurró

- ¿Lo sientes? – repitió con ironía

- Sé que debe ser difícil para ti, yo… yo… - tartamudeó – Yo no sé qué más decir – admitió

Salvador se acercó al juego de sillones delante de ella, colocando una pila de papeles sobre la mesita de café

- Explícame esto – le exigió

Confundida, Eva leyó hoja por hoja. 

“Eva Larrahona” Su nombre figuraba en cada página

- ¿Qué es esto? – le preguntó

- Alguien expuso la ubicación de mi campamento

Exponer su ubicación era igual a intentar asesinarlo, había demasiadas personas detrás de él que conspiraban para sacarlo del ejército desde que había sido ascendido

Molesto por su expresión perpleja, Salvador se apresuró hacia ella, haciéndola retroceder.

Eva chocó contra la pared, pálida y con las manos temblorosas 

- Pero yo no fui – Eva afirmó

Pero Salvador la tomó por el cuello y ella sintió que un camión la atropellaba.

Solía ser muy crítico con ella, pero jamás pasaba de llamarle la atención y reprenderla verbalmente cuando cometía algún error en alguna cena.

Este Salvador, que se lanzaba contra ella de manera amenazadora, era completamente desconocido para ella.

- En el informe que sostienes figuran todas las personas que sabían de mi ubicación – le dijo apretando los dientes

- Yo no sabía – insistió Eva

- ¡Mientes! – gritó contra su cara

Él no era un hombre paciente, perdió la compostura de inmediato

- Salvador – sin darse cuenta, ella había pronunciado su nombre – ¡Lo juro! ¡Yo no…!

- ¡General! – la interrumpió para corregirla

- General – Eva intentó apartar la mano de Salvador - yo no… sabía…  dónde… dónde estarías – el agarre de Salvador se hizo más fuerte y Eva tuvo problemas para respirar

- Mi secretaria te pasa cada una de mis ubicaciones en tiempo real

- Julieta…  jamás me… dice dónde… estás – la frente de Eva se arrugó, poblándose de sudor

- ¿Me estás diciendo que Julieta ignoraría mi orden? – rio, soltándola.

Eva cayó al suelo, tratando de recuperar el aliento

Nadie desafiaría una orden de Salvador.

Eva estaba sorprendida, perpleja ¿Él le había ordenado a Julieta que la mantuviera al tanto de dónde se encontraba?

- General…  Julieta jamás me dijo ninguna de sus ubicaciones – repitió con la voz ronca

- Hay quince páginas con registros telefónicos de todos en el campamento, Julieta te llamó cada vez que nos movimos – la levantó del suelo, tomándola por el brazo para empujarla sobre el sillón

Era como si Eva no fuera más que un muñeco en sus manos. En las manos de un hombre que había perdido el control

- He hablado con ella, pero nunca me dijo algo así – Eva no podía hacer más que sostener la verdad

Salvador tiró un sobre delante de ella, que golpeo contra la mesita con un fuerte sonido, haciéndola estremecer

- Y luego de hablar con ella siempre hablas con Mauricio

Era cierto que Eva hablaba con el primo de Salvador, pero porque era médico mundialmente famoso, con muchos contactos y luego de más de un año de matrimonio, ella aún no quedaba embarazada.

Y luego de cada llamada con Julieta, ella se sentía más y más cuestionada.

La secretaria de Salvador siempre era irrespetuosa y dura con ella, como si más que su secretaria fuera su madre o algo así, y eso la llenaba de miedos e inseguridades.

- Mauricio me recomendó una obstetra y me ayuda con mi tratamiento de fertilidad – le confesó 

- ¿Y también se ven a escondidas por eso? – Salvador señaló las fotos entre las páginas - ¿También necesitas su ayuda en la cama para quedar embarazada?

- Sí, nos hemos visto, pero no fue a escondidas, tu abuelo… – comenzó a explicar

- ¡Basta! – la interrumpió de nuevo, levantando una mano en su dirección 

Eva enmudeció

- Debí saber que eras igual a tu madre – soltó, mirándola con asco

El corazón de Eva dio un vuelco. 

Ella era producto de una infidelidad de su madre y cargó con esa cruz toda su existencia.

Ahora, su esposo también insinuaba que ella era infiel, solo por un par de fotos sacadas de contexto y su registro de llamadas.

¿Podía culparlo por juzgarla mal, con esos antecedentes?

- ¿Qué más podía esperar de una mocosa como tú? – Salvador se burló de sí mismo, en voz alta

- Salvador, yo no… - insistió, al borde de las lágrimas

- Eva Larrahona, por lo visto, olvidaste quien soy y cómo se manejan las cosas en esta casa

Desde el primer momento supo que este hombre no era una persona sencilla.

Si ella lo había engañado con otro hombre, seguiría un divorcio, pero si además sostenían que ella lo había traicionado, incluso su vida estaba en riesgo en aquella casa.

- ¿De dónde sacaste todo esto? – preguntó Eva con un gusto amargo.

De lo poco que entendía de aquel hombre, sabía que él solo confiaba en un grupo muy reducido de personas.

Pero cualquiera de ellos, la conocía lo suficiente como para saber que Eva temía y respetaba a su esposo.

Nadie podría insinuar que ella le fuera infiel ni mucho menos, traicionarlo, exponiendo su ubicación y colocando su vida en peligro

Es que, de todos modos, ¿A quién le vendería esa información? Eva no salía de esa casa ni hablaba con alguien más, además de Julieta, Mauricio, su ginecóloga y Sara, su acompañante.

- Mi secretaria ¿Quién más? – soltó Salvador como si fuera algo obvio

Con la sangre huyendo de sus venas, Eva comprendió que nada de lo que dijera podría convencerlo de su inocencia en ese momento.

- Y la única verdad para ti es la que ella te dice – reflexionó Eva en voz alta

Salvador la miró un largo minuto

- ¡Llévenla de aquí! – gritó Salvador y dos hombres uniformados entraron a la habitación

Eva se levantó de golpe

- ¿Qué harás conmigo? – le preguntó, con el labio inferior temblando ligeramente

- Lo que hago con todo aquel que me traiciona

- ¿Me matarás? – preguntó con un hilo de voz

El rostro de Salvador se oscureció, arrebatándola de los brazos de los hombres

- ¿Crees que te liberarás de mí? – escupió, pellizcando su barbilla

El dolor la hizo llorar.

- Te encerraré a dónde Mauricio jamás te pueda encontrar – Con toda su imponencia sobre ella, Salvador la condenó.

Eva apretó los labios con fuerza e intentó zafarse de su agarre.

- ¿Crees que te liberarás tan rápido de todo lo que me hiciste? ¡Seis hombres murieron por tu culpa cuando fuimos emboscados! – La empujó contra la puerta - Te juro Eva Larrahona que, mientras yo viva, jamás podrás poner un pie fuera de mis manos ¿Quieres correr a los brazos de Mauricio? ¡Ni lo sueñes! ¡No te dejaré ir hasta vengar a mis compañeros!

- Realmente espero – susurró Eva, cuando él la soltó – que llegues al fondo de todo esto

Con el estómago revuelto y ganas de vomitar, Eva se aferró a la única esperanza que latía dentro de ella: que él descubriera la verdad y comprobara que ella no tenía nada que ver con todo eso.

Pero mientras tanto, como si la insistencia de Eva en su inocencia hubiera sobrepasado todos los límites de Salvador, él se giró una última vez hacia ella, con la mano levantada.

El ruido de la bofetada resonó en el cuarto, sorprendiendo a todos.

Pero nadie dijo nada mientras los hombres uniformados llevaron a Eva hasta una camioneta negra y se perdieron en medio de la noche.

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