"Veinte de Septiembre"

Nina había logrado zafarse de la insistencia de Mauricio en casarse ese mismo día. Claro que a costa de algunas concesiones: intentarían llevar una vida de pareja durante todo el viaje.

No se atrevía a adivinar si él estaba poniendo a prueba su honestidad o su voluntad, pero no podía rehusarse.

Además, tarde o temprano, las cosas serían de esa manera ¿No?

 En resumen, la noche se hizo eterna para ella.

Mauricio la había obligado a dormir junto a él y aunque había mantenido una distancia saludable para ambos, el corazón de Nina martillaba contra su pecho como si fuera a saltar fuera de su cuerpo en cualquier momento.

No pudo siquiera pestañear.

Con un vestido de estilo bohemio que se pegaba a ella donde sus curvas se pronunciaban y unas sandalias con tacón, esperaba tener un aspecto juvenil y refrescante, pero cuando subían al avión para cruzar el mar, se sentía más como un zombi con ojeras negras.

No era voluptuosa, ni podía lucir largas piernas, pero tenía un cuerpo armonioso y un rostro pequeño y delicado.

Su piel blanca contrastaba contra su cabello renegrido y midiendo poco menos de un metro sesenta, contaba con sus tacones para poder alcanzar una altura promedio, pero siempre se veía gentil y elegante.

- Asustarás a la gente – le dijo Mauricio con el ceño fruncido

- Esto es divertido para ti ¿No? – lo fulminó con la mirada

- Fue una noche increíble, cariño – le guiñó un ojo

- Quiero matarte – se reclinó contra su asintió – Sabes, a veces me pregunto ¿Y si hubiera sido una asesina prófuga antes de mi accidente? Te juro que la claridad con la que me imagino ahorcándote en este instante, me da escalofríos

- Mmm – Mauricio inclinó la cabeza ligeramente hacia un costado – la verdad es que, con esa cara tuya hoy, de verdad pareces algo loca

Nina se acomodó el antifaz oscuro y se acomodó para dormir

Ya había tomado la medicación para la ansiedad que su terapeuta le había recomendado, pero el interior del avión le daba claustrofobia.

Lo mejor sería intentar dormir, ya que de todos modos tenía sueño

- Espera – le pidió Mauricio

- ¿Qué más quieres Mauricio? – soltó, algo irritada por los nervios. 

- Toma – le entregó un pequeño estuche aterciopelado de color azul

- ¿Qué es esto? 

- Ábrelo

Un anillo delgado de oro puro, delicadamente tallado con una decena de piedras brillantes sumamente pequeñas incrustadas entre detalles con formas de pétalos dorados, apareció ante ella y la sorprendió.

- Esto…

- Póntelo – le indicó, mostrándole la argolla que él llevaba en su dedo anular.

Sin palabras y prácticamente de manera mecánica, Nina se colocó el anillo, bajó el antifaz y se dispuso dormir.

Al parecer, últimamente, cada decisión que tomaba era aún peor que la anterior. 

Se despertó aterrizando, sorprendida por la turbulencia del avión, desorientada, alterada y con náuseas.

Mauricio sujetaba su mano y ella no sabía si agradecerle o pegarle.

Lo fulminó con la mirada, pero no se apartó de él.

- Disfrutas verme sufrir – afirmó Nina 

- Disfruto verte – dijo con dulzura - ¿Quieres un café? 

Ella sentía que le faltaba el aire y no veía la hora de salir de allí, pero tomar un café no parecía tan mala idea.

Hicieron su pedido, tomaron su orden y buscaron una mesa para sentarse cuando una niña de un metro de altura, chocó contra Nina, haciéndola tirar el contenido de su café

- Lo siento – se disculpó la niña

- ¿Estás bien? – Nina se agachó para revisar que el café no la hubiera salpicado - ¿Te quemaste? 

- ¿Mamá?

Nina se atragantó con saliva

- ¿Cómo se llama tu mamá? – la pequeña no respondía - Niña ¿Te quemaste?

Entonces le mostró la mancha oscura en la manga de su camiseta blanca

- Vamos a lavarte rápido – La levanto en sus brazos 

- ¿En serio no eres mi mami? – la pequeña sollozó

- Mauricio, fíjate, si encuentras a la madre de la niña, la llevaré al baño para mojar su mano 

- Preguntaré en la mesa de entrada si alguien perdió una niña – Mauricio la miraba divertido.

Luego de comprobar que la niña tenía una camiseta delgada debajo de la camisa, Nina la sentó sobre la mesada del baño de mujeres.

- ¿Cómo te llamas? 

No se llevaba bien con los niños, pero tenía que asumir cierta responsabilidad por esa pequeña luego de que se quemara con su café.

- Magnolia – susurró 

- Magnolia ¿Recuerdas el número de tu mamá? Para llamarle

- Solo sé el número de mi papá – agachó la cabeza

- Eso es bueno, dime y le llamaremos

Con un puchero, la pequeña de cabello renegrido le dictó una serie de números que Nina seleccionó en la pantalla de su celular.

- ¿Hola? – preguntó, cuando la llamada conectó

- ¿Quién habla? – la grave voz del otro lado preguntó al mismo tiempo

- Ho - Hola – tartamudeó – me llamo Nina Duran, encontré a Magnolia en la cafetería y tuvimos un pequeño incidente

Luego de un largo minuto, del otro lado respondieron con más suavidad

- ¿Siguen allí? 

 Era la primera vez que hablaba con un hombre, además de Mauricio y el conserje de su taller. Estaba nerviosa

- Estamos en el baño de mujeres de la cafetería – logró decir, fingiendo una clama que no tenía - cerca del ingreso oeste del aeropuerto

- Voy enseguida

La llamada se cortó y Nina soltó el aire que contenía

- ¿Papá vendrá? – preguntó Magnolia

- Sí 

- ¿Puedo irme?

- Cuando tu padre llegue

- Pero no quiero ver a papá

“Yo tampoco”, pensó Nina, pero no podía dejar a la niña y salir corriendo… ¿O sí?

- ¿Te animas a esperarlo aquí? Yo tengo que irme, me esperan afuera

La niña rompió en llanto

Nina se mojó la cara con agua fría y se sentó al lado de la niña, en el suelo

¿Sería abandono de persona? Si ni siquiera era su hija… 

- Tú… tampoco… me… quieres… - sollozó

- Magnolia ¿Por qué no quieres ver a tu padre? – intentó distraerla para que dejara de llorar

- Porque es veinte de septiembre

- Sí… y… - inquirió

- Mi papá odia los veinte de septiembre

- Bueno, supongo que todos tenemos una fecha complicada

- Es mi cumpleaños

- ¡Felicidades! – sonrió y luego se mordió la lengua – o no… - agregó – Magnolia, ¿Tienes otro número al que llamar? 

- Yo tengo el teléfono de Sara – la pequeña le mostró el celular que escondía en su mochila

- ¿Estabas intentando escapar?

Magnolia hizo un puchero. Nina entendió que la niña no se dio cuenta de que había cometido un error.

- Cuando estoy triste, también me equivoco un poco

- Señora ¿Sería mi mamá un ratito? Es mi cumpleaños – la miraba suplicante

Con el corazón hecho un bollito al ver la expresión de la niña, Nina se conmovió 

- ¿Quieres un abrazo? Puedo abrazarte hasta que llegue tu papá

“Eso se hace con los niños ¿No? Abrasarlos” reflexionó para sus adentros

Magnolia saltó a sus brazos.

- ¿Qué pasa los veinte de septiembre para que llores así en tu cumpleaños? – le preguntó acunando a la niña que rompía en llanto contra su pecho

- Mi mamá murió cuando yo nací 

El cuerpo de Nina se tensó

Así que no solo era su cumpleaños, también era el aniversario fúnebre de su madre.

Con razón tanto drama, no era un día fácil para la pequeña, ni su padre.

- Magnolia es un lindo nombre, sé una canción sobre un prado de Magnolias ¿Quieres escucharla? No me gusta presumir, pero soy muy buena cantando.

La niña acomodó la cabeza sobre el hombro de Nina

- De un lado al otro,

Con el viento se mueven

De pétalos blancos a rosa van cambiando

Las magnolias en el prado

Susurró la nana contra su cabello hasta que dejó de llorar y su aroma logró relajar los nervios de Nina.

Tres golpes a la puerta la sobresaltaron, sin dejar de cantar abrió cuando del otro lado se anunciaron como el padre de la niña.

- Eva – susurró, estupefacto

Sobre un par de zapatos negros relucientes, Salvador se erguía con los hombros rectos y el mentón ligeramente levantado.

Eva no supo si era por el uniforme militar, o por la diferencia de tamaños entre ellos, pero se congeló en el instante en que lo vio.

Salvador dio un paso hacia ella, sobresaltado.

- Su hija – Nina le entregó la niña e intentó alejarse, pero él la tomó de la muñeca

- ¡General! – Sara se apresuró entre ellos - ¿Qué está haciendo? 

- ¡Eva! – ignorando a Sara, Salvador apretó su agarre con más fuerza

Con todos sus traumas y miedos, luego de recuperarse por completo de su accidente, lo primero que hizo Nina fue entrenar su defensa personal.

En cuanto se soltó de Salvador con un giro de su muñeca, propinó un golpe con su rodilla en la entrepierna del hombre

Salvador se retorció de manera refleja

- ¡Que no soy Eva! – le gritó y se alejó a toda prisa

- ¡Sara, detenla! – le ordenó Salvador

- General – Sara se paró delante de él – su esposa falleció

------------------------------ ------------------------------ -------------------------

Un destello asomó a los ojos de Salvador mientras se enderezaba

- Magnolia ¿Hacia dónde fue tu madre? – le preguntó a la pequeña, tomándola de los brazos de Sara

Él podía no haberla visto con claridad, pero la niña sí

- La Señora está a veinte metros bajo tierra, a tres horas de aquí – soltó Sara - ¿Necesita coordenadas más específicas? Estoy segura de que las sabe

- ¡Era ella!

- Señor, ella falleció hace cinco años, puede haber alguien similar, pero los muertos no caminan en los aeropuertos 

La niña se retorció en los brazos de su padre.

- Es una fecha difícil – Sara recuperó a la pequeña y la acunó – pero cuide de sus actitudes frente a la niña

Con un gusto amargo en la boca, Salvador contraatacó.

- No creas que siempre soportaré tu impertinencia solo por tu servicio a tu Señora

- Creí que lo hacía porque fui testigo de su muerte o cuando menos, por haber ayudado a su hija a nacer

¿Podía ser que su conciencia le jugara una broma de mal gusto?

- Ve al avión, tengo algo que confirmar – con un gesto de su cabeza, llamó a uno de sus guardaespaldas – escolta a Sara y a Magnolia al jet, iré a la cabina a revisar las cámaras de seguridad.

Había una gran diferencia entre “parecida” e “idéntica” 

Esa joven, aunque actuara con un coraje completamente diferente al de Eva, era igual a su esposa, estaba seguro.

- ¿Va a revisar las grabaciones? – preguntó Sara con incredulidad

- ¿No puedo hacerlo?

Claro que nadie desafiaría su poder

- Nos perderemos la misa

- La misa no comenzará hasta que yo llegue y en lugar de irte de boca conmigo, no vuelvas a perder a Magnolia, no olvides quién soy

- ¡Pobre joven! – insistió Sara - Por querer hacer el bien y cuidar de Magnolia, ahora es acosada por usted

Salvador se giró una última vez hacia Sara

- Es eso o abrir el cajón de mi esposa

- ¡No se atrevería…!

- ¿Quieres apostar? Vamos al avión, en lugar de perder el tiempo revisando las cámaras, creo que será más efectivo confirmar si mi esposa murió o no, abriendo su féretro

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo