—¿Qué haces aquí? —Juan Pablo toma su rostro—. Gladys, ¿Qué haces en este lugar tan lejos de Bogotá?

—Yo —una parte de su ser le grita que le diga la verdad. Pero, en primer lugar, realmente no sabe si fue buena idea traerlo aquí, aquí donde hay más preguntas que respuestas. Desde hace mucho está en un dilema consigo misma, y lo que le confesó Gardenia es un cataclismo que no sabe si podrá aguantar—, yo estoy acompañando a una amiga en una clínica —responde, sin mirarlo a los ojos.

—¿Y no tienes dónde pasar la noche? —Juan Pablo pregunta, semi molesto de verla aquí vulnerable y sin nadie. En este frío irremediable, en lágrimas—. Gladys —pronuncia su nombre como si temiera lastimarla así sea tocándola—, dime lo qué pasa…

—No sé por qué te llamé —no es arrepentimiento, es confusión. Sus mejillas se sonrojan, y no puede mantenerle la mirada a Juan Pablo aunque así lo quisiese—. Perdóname, yo en serio-

Una gabardina cubre sus hombros, impidiéndole hablar. Juan Pablo le coloca la gabardina