- ¿Veintidós? - Le preguntó.
Arrugué mi frente, sin entender.
- ¿O veintitrés?
- Veintitrés. Acaba de terminar. – Me escuché justificando mi edad.
- Tengo dieciocho años. Pero puede considerar 19 en el Año Nuevo Chino.
Reí y él tocó mi regazo, tomando la concha marina que adornaba mi cuello. Leyó las iniciales y dijo:
- ¿Lo que quieres decir?
Tomé el caparazón de sus dedos y di un paso atrás, distante. Había tocado un tema sumamente prohibido que me dejaba fuera de ese mundo, lejos del presente.
Podía ver a Charles frente a mí, con las manos apretadas, ordenándome que eligiera.
Pongo mi mano derecha hacia adelante, sin encontrar la suya. Cerré los ojos y sacudí la cabeza, tratando de disipar ese recuerdo que me consumía y me desgarraba. Sentí una mano cálida sobre la mía, que ya no tocaba el aire.
Abrí los ojos y encontré los iris del color de la miel en lugar de un verde esquivo.
- ¡Tu eres linda! - Dijo serio.
Debería alejarme y decir algo. Sin embargo, acepté sus manos en las mías.