CAPÍTULO 57
DANIELA
Los siguientes días avanzaron con normalidad. Todos comenzamos con nuestras vidas: Iker en el taller y yo en mi negocio. Pero he notado algo extraño: anda somnoliento y otras veces deja la comida, y eso sí que es raro en él, porque es muy tragón. Yo, en cambio, tengo más hambre de lo habitual.
Me levanto de madrugada a ver qué encuentro en la cocina. Lo más raro aún es que no soy de sentir mareos y ahora son más constantes.
Miro un pastel de atún, caliento frijoles puercos. Tenía mucha hambre.
—Así te quería encontrar —suelto un brinco, pongo mi mano en el pecho.
—Ay, tarado, me asustaste.
—Así tendrás la conciencia —se ríe.
—Baboso.
—¿Cómo me dijiste?
—Baboso, idiota.
Me lanza una mirada seria.
—¿Ah, sí? Ahora verás.
Me toma en sus brazos y me lleva a la cama. Río.
—Con que andas de malcriada, ¿eh?
Me carcajeo.
—Te voy a castigar.
—Uy, qué miedo —me burlo.
Me pone las manos a los costados de la cabeza y comienza a besar mi cuello. Suelto gemidos.
—Mi amor…
—Te haré