—Thomas —
Estoy sentado en el escritorio del despacho de mis padres mientras leo un libro de Pérez Reverte, cuándo la puerta se abre y entra el vendaval de la señora Di Rossi con cara de pocos amigos. Me acomodo las gafas y espero a qué me hable…
—Estoy furiosa contigo, Thomas Scott.
—Y eso ¿Por qué sería?— me burlo, si me burlo de ella, hace algún tiempo se enojó conmigo porque le pregunté por mi gatita huraña. Alma me dijo que se había molestado con ella y que desde ese día no le contestaba las llamadas, pero pensé que ya se habían arreglado entre ellas dos. De eso ya hacía medio año y decidí no insistir más, pero sabía que en algún momento la bomba explotaría y que mi hermanita, pariente lejana de los pitufos vendría, pero no esperé que fuera tan rápido.
—¡Thomas, habla!
—Si no me dices no te entiendo.—«sí, Thomas, hazte el que no sabes »
—Mira baboso de porquería quiero saber qué te pasó la noche de mi boda con mi amiga. ¿Te sirve?— uff, lo dije, pero ¿cómo se enteró?
—Mierda…
—Si, m****a. Thomas.
—Enana, será mejor que te sientes lo que te tengo que contar es para largo…
Alma sabía del proceso de mi terapia, aunque había resguardado ciertas cosas desde su pérdida, como por ejemplo con quién había pasado esa noche. En cambio, Enzo sabía todo y me había acompañado en ese tiempo por lo que conocía lo que había hecho esa noche por culpa de las drogas. Ahora, con ella aquí, no me quedó de otra y comencé a contarle lo que había pasado después de la boda y cuando desperté en la mañana, de que sabía que me había acostado con alguien, de cómo la traté como una vil prostituta y la eché del lugar. Además, le conté de cómo había sufrido de una sobredosis y que no recordé absolutamente nada al despertar.
Le tuve que decir que, mientras estaba internado, como quería recordar qué me había pasado y quién era esa persona, me drogué varias veces hasta perder la conciencia aprovechando las pastillas para el dolor, de las veces que me plancharon y de los malditos efectos del síndrome de abstinencia. Alma lloró en mi hombro y se lamentó por no estar para mí. Yo, lloré porque ella no tenía porqué hacerlo, su vida también había pasado por un momento difícil y era lógico que ella debía sanar. Se secó las lágrimas en su suéter y me miró, sabía claramente que intentaba decir con su mirada, pero esperaba a que me hablara, aún me avergüenzo de lo que hice.
—Pero aún no entiendo que monos pinta Dana en todo esto.—Y ahí caí en cuenta de algo, Alma no sabía que era Dana esa persona y debe haber pensado que otra cosa paso entre los dos. M****a y yo le había contado todo y ahora le lanzaría la bomba nuclear…
—Dana fue la mujer que pasó conmigo esa noche…
Tres…
Dos…
Uno…
—¿Qué?— ¡boom!
—Alma, la chica con la que tuve sexo y luego traté como una vil prostituta fue Dana.
—Por la m****a, Thomas Scott —comenzó a pegarme en el pecho, mientras volvía a llorar como loca— ¿Cómo fuiste a meterte con mi amiga? ¡Ella era virgen!
—¿Qué?— ahora era yo el sorprendido. Había tenido sexo sin protección con Dana, la había tratado como puta y era ¿Virgen?
—Eso, idiota. Debiste hacerle caso y que nos fuera a buscar, ahora entiendo porqué mi amiga no quiere saber de ti y a mi me tiene con la línea cortada. Thomas, Dana no tiene idea de nada más allá de que te internaste, de hecho jamás me ha dicho porqué se quería ir tan pronto de Italia ese día, te juro que intenté sacarle prenda, pero me fue imposible.
—Mia Fatina cálmate, Thomas al igual que Dana fueron víctimas de las circunstancias.—dice, entrando al despacho, mi cuñado y ahora mejor amigo.
—Pero, mi sombrita. Ella debe haber sufrido mucho y yo… yo… yo no estuve para ella, miele…
—Lo sé, pero ya tendrán tiempo de hablar, cuando Dana quiera hacer las paces contigo y capaz hasta a ti te perdone.— dice ahora, mirándome.
—No lo sé, creo que con Alma si puede pasar, pero a mi me debe odiar…
—¿Qué otra cosa peor le puedes haber hecho para decir eso, baboso?
—La confundí contigo…
—Hijo de la gran…
—Fatina…
Enzo la agarró por los brazos y la sostuvo, pero ella estaba tan encolerizada que pudo más y yo me dejé, merecía cada uno de sus golpes, había sido un bruto y, drogado o no, me había aprovechado de su mejor amiga.
—Te prohíbo que te acerques a ella, ¿me entendiste Scott?
—Ni siquiera sé dónde está, es como si se hubiera esfumado.
—Ella está bien, así que tranquilos los dos.
—¿Enzo?
—¿Miele?—ambos lo miramos, mientras él tranquilamente se sentó en el sillón dónde había estado sentada Alma.
—No son los únicos que tienen contactos, pero déjenme decirles que ella en algún momento volverá.
No estaba seguro de esas palabras lanzadas por Enzo, pero si algo había aprendido conviviendo con él es que cuando decía algo se cumplía y yo esperaba que eso pasara, en algún momento. Debía pedir perdón, incluso de rodillas si fuera necesario, pero sobre todo lo esperaba porque quería volver a verla…
Después de esa conversación me fui a mi
habitación, debía contarle a alguien o algo, mejor dicho, lo sucedido.
Hola mi buen amigo, ha pasado tiempo de que no te escribo y debo decir que me estabas haciendo falta…
Hoy le conté todo a Alma…
Ella, como siempre, me dijo hasta de lo que me iba a morir, me quiso moler a golpes y hasta me prohibió buscar a su amiga jajaja. Si no hubiera sido por el imbécil de su marido hasta me mata ella misma en ese momento, pero bueno, al final mi querida enana me ofreció consuelo y luego me volvió a pegar, loco ¿no?
Lo peor fue saber que Dana había cortado todo contacto con ella, pensé que ya las cosas se habrían solucionado entre ellas y que no me lo había dicho para que no siguiera preguntando, pero ni siquiera le hablaba a ella. Yo ya había hecho mi intento con Jack y hasta con David, en España, para saber de ella y ambos se habían negado a darme su información. Me siento derrotado, pero confío en las palabras de Enzo, ella algún día volverá y podré pedirle perdón…
Me levanto temprano, hoy tendré que ir a mi terapia quincenal, hay varios temas que tengo que tratar con mi psiquiatra. Mamá, por motivos laborales, no podrá acompañarme, así que hoy va conmigo la loca de Val.
—Uy que guapo estás.
—Suerte que tu marido no está cerca, sino me hace picadillo.
—Ja, Ja, Ja, idiota. Ethan también se preocupa por ti, mi principito. Es solo que le cuesta demostrar las cosas.
—Todo un Scott…
Ambos reímos, pues eso era cierto, los Scott éramos unos seres de hielo, que se derretían solamente con sus chicas, o bueno, en mi caso con mis hermanas y ahora con mis sobrinas. Es que eran unas dulcitas que me encantaban cuando venían el domingo a alborotar el gallinero y hacer de las suyas junto a los diablillos. Llegamos a la consulta y di mis datos a la asistente de mi terapeuta. Nos sentamos a esperar y seguimos una entretenida conversación sobre los dramas de Bruno por conquistar a Hanna, la mamá de su hija. Era divertido ver como esos dos se hacían la vida de cuadritos, mientras Hannita hacía de intermediaria en la disputa.
—Thomas…
—Hola Doc…
—Veo que están entretenidos, pero el tiempo pasa.—nos dice mirando su reloj de pulsera.
—Voy, voy, mira que es mucho lo que te quiero contar.—Entré en la consulta y me acosté en el diván.
—A ver, cuéntame que ha pasado que te veo de muy buen ánimo…
Y así partí contándole que había hablado con Alma y de como me sentí después de haberle dicho la verdad, de que sentía que las cosas iban mejor y que ya no quería seguir encerrado en casa, eso era otra cosa que había decidido y que quería comenzar por lo menos a trabajar.
Me felicitó por estos nuevos avances y me apoyó con la decisión de volver a trabajar, pero que debería hacerlo de forma pausada y no apurarme, aunque lo que le estaba demostrando eran grandes avances y eso me lo celebraba.
Terminé mi terapia y salí de ahí como un hombre renovado, mi psiquiatra me había dado una buena noticia, las terapias serían una vez al mes y ese era otro gran avance que había hecho.
Tomé de la mano a Val y le invité un helado, le conté los nuevos acontecimientos y se puso a llorar como una niña pequeña, así era mi hermana y de algo estaba agradecido en la vida, eso era que mis chicas jamás me dejarían solo…