En medio del escándalo se me olvidó todo, el dolor era insoportable y sentía que mi cuerpo se partiría en dos. Me llevaron a la sala de partos y la doctora Jiménez se puso su bata. Mirándolo desde afuera era un chiste tener a todo el cortejo de la boda, con hermosos trajes hechos a la medida dentro del lugar, pero lo que más me llamó la atención era la discusión entre Newton y Jex para quedarse conmigo.
— ¡Basta! — dije entre risas y llanto — doctora ¿se pueden quedar los dos?
— Si dejan de gritar como cotorras, lo voy a permitir. No puedo creer señor Van Pelt que sea tan escandaloso, mire a su bello esposito, tranquilo esperando en la salita y usted gritando más que la mamá parturienta.
— Perdón, mi bella Galeno, pero es que este guardaespalducho no me va a quitar el derecho de ver nacer a mi ahijado.
— ¡¿Ahijado?! — Ay no, se va a armar…
— ¡Ah! ¿Alguien se puede preocupar por mi? Ya no aguanto el dolor.
— Por supuesto querida — la doctora volvió a mi lado y se posicionó entre mis pi