—Thomas—
Una tarde, en que estaba el sol de primavera en su apogeo, el abuelo Agustín se instaló a mi lado con su lectura de novelas cliché que le había dado por leer el último tiempo. Me miró y me dijo, “¿Sabes algo, Thomas? Esta novela se parece mucho a tu vida” lo quedé mirando y me largué a reír a carcajadas, las mismas con las que me siguió él. Pero después de que me contó la trama sentí que tenía razón. Cada uno era parte de su propia novela y era capaz de manejarla como si del autor de ella se tratase. Me dijo que, en la vida nada era color de rosa y que a veces caerse era algo normal, lo que era difícil era ponerse de pie y aprender de esas caídas, algo que siempre me dijo mi enana.
Esa conversación me sirvió muchísimo y cada vez que podía me sentaba con el viejo a leer tomando un rico café con churros hechos por la señora Gloria.
Hoy, estábamos en una discusión sobre el libro que habíamos empezado a leer y sí, estoy leyendo novelas cliché con el abuelo…
—Pero no puedo creer qu