Dafne
Ya habían pasado dos días, y el Alfa no me había vuelto a llamar. Solo deseaba que nunca más lo hiciera.
Las heridas estaban sanando poco a poco, y si él me llamaba de nuevo, volvería a abrirlas. Ojalá pudiera retroceder el tiempo y no haber perdido a mi madre en las crueles manos de la muerte. Probablemente, si ella aún estuviera viva, nunca habría tenido que irme a vivir con mi desalmado padre y su esposa.
Mi mente seguía nublada por los pensamientos cuando escuché el giro del pomo de la puerta. Mi corazón dio un brinco.
¿Qué tal si era un guardia que venía a decirme que el amo me estaba llamando?
Temblaba visiblemente. La puerta se abrió con un chirrido, y la señora Dorothy entró. Como de costumbre, venía a darme aquella pócima otra vez.
Sin decir una palabra, tomé la taza de sus manos y bebí el contenido de un trago. Ya estaba acostumbrada. Una sirvienta entró con una bandeja de platos cubiertos y un vaso de agua.
Mi estómago gruñó al ver el plato. Al menos, aquí comía, aun