JORDÁN
Le has traído nada más que mala suerte. ¿No lo ves? Algún día le arrancaremos el corazón del cuerpo… así de asesinos somos… —esas palabras me taladraron el pecho y gemí de dolor. La figura frente a mí estaba de pie en la oscuridad, así que no podía ver el rostro… solo escuchaba la voz. —No… jamás podría hacerle daño. —Negué con la cabeza, en desacuerdo. Me dolía mucho el pecho; solo pude aliviarlo sujetándomelo. La figura se rió con sorna. —No te precipites y olvides cómo matamos a tus padres. Tú y yo estamos destinados a estar juntos. No puedes amar a nadie mientras yo esté aquí. Cualquiera a quien quieras morirá por tu mano. —La voz tenía una intención asesina muy marcada. —Aléjate de ella. Nunca te dejaría hacerle daño. ¿Por qué no me dejas vivir mi vida, lunático? —le grité, lleno de ira. —¿Dejarte vivir tu vida? —se burló la voz—. Soy tu otra mitad… tu mitad maldita. Soy en parte tu lobo y tu cuerpo. Si te dejo en paz, morirás. Ni se te ocurra pensar que encontrar a tu ver