Durante el banquete, la ceremonia estaba siendo transmitida en vivo. El camarógrafo, que estuvo atento a cada gesto, enfocó a la pareja justo en el momento en que Nicolás tomaba la mano de Helena y le susurraba algo al oído. Ella sonreía, con ese inmenso amor que le tenía.
A kilómetros de distancia, Gabriel lo veía desde la comodidad de su hogar. Sólo era él, frente a la imagen de lo que pudo haber sido distinto.
—Te casaste, Helena… —sonrió con nostalgia—. Me alegro por ti.
Una lágrima se deslizó por su mejilla. Apagó su celular para no sentirse peor y dejó caer su cuerpo sobre la cama, pensando en todo.
Helena estaba bailando con Nicolás, mientras lo miraba a los ojos con ternura. Sus pasos eran sincronizados, al ritmo de la música lenta.
—¿Qué se siente ser el esposo de una diseñadora famosa? —preguntó, en tono burlón.
—Mmh —Nicolás lo pensó detenidamente—. Me siento el hombre más afortunado del mundo, porque fui el primero en descubrir tu talento —le guiñó un ojo con picardía.