Erick separó el beso y miró a Serena, que tenía los ojos abiertos, todavía paralizada por el impacto de aquella acción repentina. Pasó el pulgar por sus labios rosados y aún humedecidos, mientras sus respiraciones cálidas se mezclaban, y volvió a encararla con intensidad.
—¿Satisfecha? ¿Era eso lo que tanto querías? Ahora deja de salir para buscar hombres, te lo prohíbo.
Serena usó toda su fuerza para empujarlo y le dio una bofetada con los ojos llenos de lágrimas. Él realmente era solo un idiota. Y pensar que durante aquel beso había imaginado que él lo hacía por celos o por miedo a perderla… Ella era una tonta por siquiera considerar que, a estas alturas, él todavía pudiera sentir algo por ella.
—No tienes derecho a prohibirme nada ni a exigirme nada. Y no vuelvas a atreverte a poner tus manos sobre mí— dijo, subió las escaleras y se dirigió al cuarto.
Erick se quedó allí parado, observándola subir, con una oleada de sentimientos contradictorios en su pecho. Orgullo herido, frustrac