CAPÍTULO 2: Lazos

Serena llegó a su atelier de costura y fue saludada por las empleadas, a lo que ella respondió con una leve sonrisa, con los ojos rojos e hinchados por debajo de las grandes gafas negras que llevaba.

No podía quedarse en casa, pues temía hacer una locura con todo lo que pasaba por su mente, y su desfile se acercaba, así que debía concentrarse en organizar todo y terminar las piezas a tiempo. Como una diseñadora y estilista famosa, no podía permitir que su carrera se hundiera así como su matrimonio.

Serena abrió el armario donde estaba el maniquí con el hermoso vestido de novia aún sin terminar y sonrió al mirar aquella pieza, su obra maestra. Para ella, ese vestido simbolizaba un matrimonio feliz y perfecto, algo que nunca tuvo, pero deseaba que la mujer que algún día lo usara pudiera tener la boda feliz que ella nunca pudo tener.

Alguien llamó a la puerta y Serena pidió que entrara. Enseguida, la chica baja y adorable entró con una amplia sonrisa.

—Hola, cuñadita— dijo la joven rubia mientras iba a sentarse.

—¿Sindy? ¿Qué haces aquí? Hoy es tu día libre —preguntó Serena, forzando una sonrisa para intentar ocultarle la tristeza marcada en su rostro.

—Vine a ver a mi amiga, ¿no puedo? ¿Estás bien?— preguntó Sindy al notar las ojeras debajo de los ojos de Serena.

—Ajá, estoy perfectamente— mintió Serena, forzando aún más la sonrisa.

Sindy se levantó y se acercó a la mayor con una mirada preocupada.

—Serena, ¿estuviste llorando?

—Yo solo… no dormí bien, estoy cansada por la proximidad del desfile y…

—¿Fue ese idiota de mi hermano otra vez? ¿Fue él quien te hizo llorar?— Serena bajó la cabeza en una confirmación silenciosa. ¡Ay, no sé por qué insistes en seguir con él! Siempre es un grosero contigo, ¿cómo puedes soportar eso?

—Sabes que nuestro matrimonio no es solamente un matrimonio, también es un acuerdo entre las familias, y si pido el divorcio mis padres preguntarán por qué, y entonces tu familia puede volver a tener problemas como años atrás, cuando casi lo perdieron todo por las deudas.

—¡Al diablo con eso! Podemos trabajar para pagar esas deudas, ninguno de nosotros es un inválido. No es justo que tú cargues con este peso por todos nosotros. Solo divórciate de él… no me digas que todavía lo amas después de todo lo que te ha hecho.

Serena desvió la mirada hacia cualquier punto.

—No es como si pudiera olvidar este sentimiento tan fácilmente.

—Pero esto no te está haciendo bien. Mírate, estás cada vez más delgada, te cuidas menos, ya has caído en depresión varias veces. ¿Todo esto por qué? ¿Por amar a alguien que no merece tu amor? ¡Por favor, para con eso! Ese amor te está destruyendo.

Serena volvió a bajar la mirada. Erick era su primer amor; desde niña vivía detrás de él, dándole regalos, invitándolo a salir, y aunque él la rechazara y fuera grosero, ella lloraba una noche y al día siguiente estaba allí de nuevo, en su misión interminable de conquistar el corazón de Erick Strom: el chico más guapo y popular… y después, el actor más famoso y solicitado.

Cuando escuchó que la familia de Erick estaba teniendo problemas, dejó su vida en el extranjero para ir a ayudarlos. Sus padres estaban reacios a ayudarlos, pero ella insistió en que les prestaran el dinero para pagar las deudas y, siendo la única hija mujer, la menor y la princesa de la familia, ellos aceptaron dar el préstamo a los Strom. Y como “agradecimiento”, los Strom obligaron a Erick a casarse con ella, pues sabían lo loca que Serena había estado por su hijo desde siempre y que hacía todo por él. Esa sería la garantía perfecta para su deuda. Serena se puso radiante al ver a Erick arrodillarse y pedirle matrimonio, declarando su supuesto amor y prometiendo hacerla feliz; pero no imaginó que ese sería el inicio del fin de su sueño, y el comienzo de una vida infeliz a su lado.

En la noche de bodas, cuando ella intentó besarlo para comenzar su primera noche de amor, Erick la rechazó y dejó claro que solo se casó obligado para garantizar el préstamo de la familia, que nunca la tocaría, que nunca serían marido y mujer. Después de decir eso, la dejó sola en la suite del hotel, llorando con el corazón destrozado… una sensación que se volvería un hábito. Pero, como siempre, al día siguiente se levantó con un nuevo objetivo: conquistar el amor de su marido. Erick ya era su esposo como siempre soñó; ahora solo le faltaba conquistar su amor. Y ella lo intentó todo durante esos tres años, pero siempre era rechazada de forma fría y cruel. Él ni siquiera intentaba disimular su odio y desprecio, culpándola por haber sido obligado a ese matrimonio. Y sus esperanzas de que algún día él la amara morían cada vez más. Erick nunca la amaría; esa era la verdad que ella se negó a ver durante años.

Serena salió de sus pensamientos al escuchar la puerta del salón abrirse en medio de voces discutiendo.

—¡Señora, no puede entrar sin ser anunciada— decía la secretaria de Serena detrás de la mujer que había invadido la sala.

La mujer rubia caminaba como un pavo real exhibiéndose, y enseguida se quitó las gafas de sol, deteniéndose frente a Serena con una amplia sonrisa provocativa y victoriosa.

—¿Lorena?— preguntó Serena incrédula, mirando a la mujer frente a ella. ¿Cómo se atrevía a aparecer allí?

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