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REY DE OROS. CAPÍTULO 37. Una historia sin adornos

REY DE OROS. CAPÍTULO 37. Una historia sin adornos

Costanza despertó en plena madrugada, sobresaltada sin saber bien por qué. Se giró en la cama y notó el vacío a su lado. El espacio donde debía estar Alaric estaba frío, como si llevara rato levantado. Se incorporó lentamente, envolviéndose en la sábana como en un capullo improvisado, y lo vio.

Estaba sentado en una de las butacas frente a la ventana, con la silueta recortada contra la luz tenue de la luna. Tenía los codos apoyados en las rodillas y el rostro hundido en las manos, como si cargara el peso de mil recuerdos.

—¿Por qué no duermes? —preguntó ella, en voz baja, con ese tono cariñoso que mezclaba curiosidad y preocupación.

Alaric levantó la cabeza, y aunque intentó sonreírle, ese pequeño gesto murió antes de nacer. Se quedó callado unos segundos, moviendo los dedos como si buscara palabras que no encontraba, pero sabía que no podía seguir dilatando aquello.

Que Costanza no le dijera la verdad sobre las carreras era una cosa
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