Mundo de ficçãoIniciar sessãoEl eco de las palabras de Don Vidal resonaba contra las paredes del estudio como el repique de una campana funeraria. Stephano sintió cómo cada sílaba se clavaba en su pecho con la precisión de una daga, mientras la realidad de la situación se desplegaba ante él como un mapa hacia el infierno.
—Les doy veinticuatro horas para decidir —la voz del anciano cortaba el aire con una frialdad que helaba la sangre—. La propuesta es simple: me entregan al bebé cuando nazca, o mato a Danna inmediatamente después del parto.
Los músculos de Stephano se tensaron hasta el punto de ruptura. Sus manos, que habían permanecido inmóviles a los costados, se cerraron en puños tan apretados que las uñas se clavaron en las palmas hasta dibujar medias lunas de dolor.
—El bebé vivirá de todas formas —continuó Don Vidal, ajustándose los pu&n







