El café olía a canela y promesas rotas.
Danna revolvió su té de manzanilla sin beberlo, observando cómo Sophia escribía en su libreta con una concentración que rozaba la urgencia. La chica había insistido en reunirse aquí después de que Danna prácticamente huyera de Editorial Vidal la noche anterior. Necesitaba normalidad. Algo que no estuviera contaminado por Liam o Stephano.
Sophia levantó la libreta mostrando una pregunta escrita con caligrafía redonda y cuidadosa: "¿Dormiste algo?"
—No mucho. —Danna forzó una sonrisa—. Sigo procesando todo lo de ayer.
Sophia asintió con expresión comprensiva y escribió de nuevo: "Los hombres tóxicos tienen esa capacidad. Te drenan hasta que no reconoces tu propia mente."
Algo en la forma en que lo escribió—con demasiada certeza, demasiada experiencia—hizo que Danna la estudiara más detenidamente. Sophia no podía tener más de dieciocho o diecinueve años. Su rostro aún conservaba esa suavidad de la adolescencia tardía, pero sus ojos azules contenían