Después de revisar la alacena y ver que hacían falta algunos ingrediente para nuestros desayunos, invité a mis dos hijas a ir conmigo al súper. Aceptaron y subieron a cambiarse, yo fui a la habitación donde mi hijo dormía. Lavé mi cara y me peiné.
—Diego, iré al súper —informé recostándome al lado del que aun dormía—, ¿vienes conmigo? —pregunté y, muy adormilado, y sin abrir los ojos preguntó si iría sola. Negué.
» Liliana e Iliana vienen conmigo —dije.
—Entonces que ellas te cuiden —dijo después de un bostezo, acomodándose para seguir durmiendo.
Sintiendo envidia de la buena, besé su frente y lo cubrí con mi mano cerrando de nuevo los ojos, pero dos hermosuras volvieron a interrumpirme.
—Estamos listas —dijeron y maldije mentalment