C87- LA NOCHE DEL ATAQUE.DARIUS.Ahí estaba yo, en medio de la celebración más importante de mi vida, cuando el aire se volvió denso y un olor a hierbas quemadas me hizo fruncir el ceño. Una figura encapuchada emergió de las sombras, y mi instinto de protección se activó al instante. Me puse delante de Liona, asegurándome de que nuestros hijos estuvieran a salvo.Cuando la figura levantó la capucha, reconocí al anciano brujo de mi manada: Vexis. Mi estómago se contrajo con una sensación de que lo que venía no sería nada bueno, pero sabía que debía escucharlo.—¿Vexis? ¿Qué haces aquí? —pregunté, tratando de mantener la calma.Él sonrió, una sonrisa que no prometía nada bueno.—Tengo la respuesta, Darius. Aunque ya has asumido el vínculo con tu compañera, ¿no te gustaría saber qué es lo que te hizo Serena?El nombre de Serena era como una daga en mi pecho. La tensión en el aire era palpable, pero asentí. Quería saber, necesitaba saber.Así que nos reunimos en un salón del castillo: Li
C88-TRAICIÓN.En el claro donde se reunía la manada, el aire estaba cargado de muerte, humo y el amargo sabor de la incertidumbre. Las hogueras crepitaban con restos de lo que antes fueron hogares.Ahora habia sangre, ceniza, soledad.Los miembros de la manada estaban reunidos y el Consejo de Ancianos —seis lobos de pelaje plateado y miradas afiladas— observaban a todos desde lo alto de la roca del juicio.Entre ellos, Thalon, el más viejo, el que había visto caer y alzarse generaciones, sostenía su bastón de roble negro con ambas manos. Esperaba.Hasta que habló ella.Serena.La Luna de la manada.Su silueta blanca, su andar lento, su vientre ya un poco abultado. Todo en ella gritaba fragilidad, devoción…y mentira.—Yo... —empezó con voz trémula, tragando saliva como si le costara cada palabra—. No quería hablar, lo juro por la Diosa. Yo... he intentado mantener la paz. Ser fuerte para ustedes. Para él.Su mirada recorrió los rostros de la manada, deteniéndose un segundo más en los m
C89-HEREDERO DEL ALFA.Los ojos de la manada aún no podían apartarse de Nico. De sus palabras. De la verdad que acababa de romper el aire como un aullido maldito."Soy su sangre también."Serena se mantuvo inmóvil. Una estatua hermosa y blanca… pero con grietas invisibles que comenzaban a desmoronarse por dentro.«Hijo de perra… hijo de perra bastardo...»Su mente rugía, se revolvía, maldecía con cada fibra de su alma.«¿Cómo se atrevía? ¿Cómo?»Ella lo había calculado todo.Había llorado frente a los lobos más antiguos.Había velado cadáveres, tocado frentes frías con ternura fingida.Se había arrodillado ante los ancianos, se había sacrificado...Y ahora llegaba él.«¿Quién te dio derecho? ¿Quién te dijo que podías desafiarme?»Pero en el exterior…Sus labios temblaban levemente. Sus ojos estaban húmedos y su expresión era puro desconcierto.—¿Hijo del viejo Alfa...? —murmuró, como si acabara de recibir una daga en el pecho—. Yo… no sabía...Nico la miró desde el círculo con una lige
C90- SANGRE CORONADA, CORAZONES ENVENENADOS.La Luna aún colgaba sobre ellos, alta, pálida, como si fuera testigo de una profecía impura. El círculo no se había roto y el silencio reinaba entre los lobos.El anciano Thalon se adelantó, su bastón golpeando el suelo como un trueno.—La sangre ha hablado. Pero el linaje no es el único que hace a un Alfa. El corazón, el deber, la lealtad… también pesan en la balanza. Por eso... llamaremos a una votación de legitimidad.Serena apretó los dedos bajo su túnica. Cada palabra la hacía hervir por dentro.«¡Maldición! ¡Maldit4 sea esta tradición podrida!»Pero fingió asentir con respeto.Los miembros del Consejo, uno a uno, dieron un paso al frente. Sus ojos cargaban siglos, heridas, guerras.—Darius ha abandonado la manada. —dijo una loba con voz firme—. No solo en cuerpo, también en deber.—Su ausencia costó vidas. —gruñó otro más joven—. No estaba cuando más lo necesitábamos.—Y ahora sabemos por qué. —añadió otro, mirando a Serena—. Prefirió
C91- PLANES EN LAS TINIEBLAS.En el refugio subterráneo del castillo de la manada Crepúsculo, la atmósfera estaba cargada de tensión. Las paredes de piedra fría absorbían las palabras que resonaban en el espacio reducido. Serena, afilaba una daga mientras escuchaba a Nico.—¿Y estás seguro de que los cachorros están bajo la protección de Gideon? —preguntó, su voz suave contrastando con la dureza de sus intenciones.Nico asintió, recordando lo que había visto.—Si. Mi guerrero los vio con sus propios ojos. Dijo que… Liona rara vez los deja, pero últimamente Darius está distraído. Está armando algo, lo se. Ese maldito va a atacarnos…Serena sonrió.—Perfecto. ¿Sabés qué es lo más hermoso de un lobo? Que puede romperse desde adentro. No hace falta matarlo. Solo hay que arrebatarle su manada… y sus crías.Nico frunció el ceño y se acercó, sintiendo una mezcla de admiración y atracción hacia su maldad.—¿Estás segura de que el demonio cumplirá su parte? Si sacrificas a los cachorros y no r
C92- LOBEZNO MUTANTE.DARIUS.La noche fue larga y llena de pasión. Hice el amor con Liona varias veces, dejando su cuerpo exhausto y satisfecho. Hay algo en ella que me hace sentir invencible, como si el mundo fuera nuestro y no hubiera nada que pudiera interponerse. Así que me levanté mientras ella dormía profundamente, envuelta en las sábanas. Y aproveché para venir a la biblioteca para estudiar las posibles entradas a nuestra manada. Siempre llevo un mapa conmigo; es mi herramienta más valiosa, el único objeto en el que confío plenamente. Desplegado sobre la mesa, sus líneas y marcas son familiares, casi como una extensión de mí mismo.—Si entramos por el sur, tenemos el río... pero eso nos hace lentos —murmuro para mí mismo—. El norte es más directo, pero Serena lo espera.La habitación está en silencio, salvo por el sonido del viento de afuera. El aire huele a tierra y hierba fresca, un recordatorio de que la naturaleza sigue su curso, indiferente a nuestras luchas.De repente,
C93- VOY POR USTEDES.DARIUS.El espía llegó al amanecer, después de que aceptara que Gideon me prestara algunos hombres y se uniera a mi lucha, envié a su mejor hombre. Uno indetectable. Uno que pasaría desapercibido en mi manada. Porque sí, aún era mía. Nico no era nadie y se lo dejaría saber.El hombre se detuvo frente a mí, jadeante y lleno de barro.—Mi señor… —luchó por respirar—, tengo buena información.Asentí y le dejé beber más agua; el pobre hombre había arriesgado el pellejo. Era lo mínimo que se merecía. Pero la ansiedad hacía estragos en mi interior. Y cuando el hombre estuvo más calmado y satisfecho, hice la pregunta:—¿Qué tienes?—Serena y Nico se están reuniendo en el paso del norte. Al parecer están bloqueando todas las entradas de la manada. Si no actúan ahora, será demasiado tarde, alfa.Apreté los puños y mis nudillos crujieron.—Malditos bastardos —sisé.Los muy desgraciados se estaban cerrando. Saben que iré por ellos o que seguro ya sé de su traición. Pero de
C94- NUNCA TE QUISO.Ya había anochecido.La habitación estaba en silencio. Afuera, el viento helado golpeaba los cristales. Y Susan estaba sentada junto a la cuna, observando a los cachorros de Liona dormir profundamente, arropados y ajenos al mundo que temblaba a su alrededor.Sonrió suavemente, con ternura, pero algo dentro de ella no la dejaba en paz.Un peso en el pecho.Su corazón latía con fuerza, como si supiera que algo estaba a punto de suceder. Se llevó una mano al vientre y lo acarició con cuidado.—Papá va a volver —susurró—. Él va a volver por nosotros... Te lo prometo.Se dio la vuelta para tomar una manta y entonces... se congeló.Una figura oscura estaba de pie en la entrada. La puerta se cerró lentamente detrás de ella. Susan palideció; la sangre se le fue del rostro cuando vio quién era.—Tú… tú… ¿Cómo entraste aquí?Serena sonrió despacio. Y cada paso que daba hacia ella era como un veneno extendiéndose por la habitación. Sus botas resonaban en el suelo de madera,