La habitación estaba oscura, pero el brillo de la pantalla frente a Rebecca bastaba para iluminar el plano tridimensional de la mansión Bovari. Los puntos rojos marcaban cámaras, entradas secundarias, sensores. Los azules: vías de escape. Los verdes… puntos ciegos.
—En tres días tendrás la primera reunión con Silvia —dijo Jones, apuntando al mapa—. Usarás la identidad de Isabella D’Amore. Inversora extranjera, aficionada a la moda, discreta, elegante y sin pasado en los registros de las mafias italianas. Giulietta ya preparó tus accesos y el capital ficticio.
—¿Qué quiere Silvia en esa reunión? —preguntó Andros, mientras Rebecca sostenía su taza de café sin apartar la mirada de la pantalla.
—Busca un respaldo para desplazar a su madre —respondió Giulietta—. Hay tensión interna. Donatella la ha mantenido siempre bajo control, pero Silvia quiere el trono. Esta reunión es para reclutar a gente con “dinero y agallas”.
Rebecca sonrió.
—Dinero tengo. Y las agallas me sobran.
La madrugada an