Capítulo cinco: Verdades

20 de junio de 2017

Caden apareció segundos después que ella, seguía vestido con el pantalón de pijama y su torso estaba desnudo. Su rostro se mostró confundido y luego lo endureció en una expresión que conocía demasiado bien.

— Buenos días. —saludó.

La señora Haroldson se volteó y soltó un grito de horror.

— Ve por una camiseta Caden, no puedes recibir a las visitas de ese modo. —Caden miró a su padre y este se encogió de hombros. No obedeció a la mujer.

—  No estaremos mucho tiempo. Caden ¿podríamos hablar contigo a solas? —pregunto Daniel, poniéndose de pie.

— No, todo lo que tengan que decirle a él…—comenzó la señora Haroldson.

— Si, vamos a la oficina de mi padre. —Caden miro a su padre y este asintió. — Ya soy mayor de edad. —murmuró para sí.

En ningún momento miró a Leah, y ella lo prefería de ese modo. Caden Haroldson se había convertido rápidamente en su punto débil por la breve conversación que tuvieron minutos antes.

Los  abogados se pusieron de pie y siguieron a Caden, Ryan se quedó con los padres. De ese modo verificaría que nadie espiara la conversación que tendrían. Ningún pedazo de información debía salir de esa habitación.

La  pesada puerta de madera se cerró detrás de Santiago, Daniel tomó asiento en una de las sillas que estaban delante del escritorio, Adam y Alan procedieron a abrir carpetas con fotografías sobre el escritorio y Kevin se sentó en el viejo sillón del tatarabuelo de Caden.

— Ese sillón tiene más de cien años, no te recomendaría sentarte en él. —dijo Caden tomando asiento frente a Daniel.

Leah se quedó de pie un segundo a un lado de su hermano y luego se sentó cuando Alan y Adam hicieron lo mismo.

— Quiero un sillón de más de cien años en mi  departamento. —anuncio Kevin acurrucándose en el cómodo sofá. Leah lo entendía, ella y Caden solían dormirse allí cuando eran más jóvenes y el sillón estaba escondido en el sótano.

— Creo que debemos centrarnos en el tema que vinimos a hablar, si no es molestia. Tengo una secretaria que contratar en las próximas veinticuatro horas. —dijo Alan con mal humor evidente en su voz.

— Lo que sea. —murmuró Kevin, poniéndose de pie y caminando hasta situarse detrás de Caden.

— Nos hubiese gustado presentarnos aquí para realizar algún trato amistoso sin necesidad de recurrir a algunas verdades que nadie quiere saber. Lamentablemente los hechos ocurridos dentro de las pasadas setenta y dos horas nos llevan a enfrascarnos en esta dura tarea de sacar la verdad de mala manera, Caden. —dijo Alan mientras cruzaba sus manos sobre el escritorio sobre las carpetas abiertas.

Caden la miró a través de sus pestañas.

— ¿Estas embarazada? —indagó con voz ahogada.

Leah elevó una ceja y resopló.

— Si estuviese embarazada no pediría tu ayuda Caden, esto es por otra cosa. —admitió.

— ¿No me lo dirías si así fuera? —preguntó.

— Ese tema está fuera de discusión. —intervino Daniel.

— Solo quiero saber si mi novia…

— Ex. —aclaró Santiago.

Caden tragó saliva.

— Quiero saber si mi ex novia está esperando un hijo mío. —habló entre dientes.

Leah negó con la cabeza. — Por suerte no. —expuso seria.

Caden asintió con dolor en su rostro y cerró los ojos con fuerza, cuando los abrió no era más que un rostro sin ninguna expresión. Como le dolía verlo de aquel modo, pero él la había traicionado de la manera más cruel posible.

— Entonces díganme que los trae por aquí. —entrevistó el, mirando a todos dentro de la sala menos a ella. Leah sabía que no volvería a mirarla.

— Esto es un tema muy delicado por tratar, sé que sabes lo que paso con Leah hace dos meses. —comentó Adam, alargando una carpeta en dirección a Caden, quien la tomó en sus manos mientras asentía en respuesta.

— Si, Leah me lo contó hace como unas dos semanas. —musitó. La carpeta en sus manos contenía fotos e informes médicos después del incidente. La mano de Caden tembló mientras pasaba foto tras foto. No consiguió a ver el informe completo y la cerró.

— La situación psicológica delicada de Leah después de los sucesos nos llevó a ocultar el tema del secuestro y la violación. —explicó Daniel —. Era de vital importancia que el tema se quedará entre personas de confianza que solo quieren su bien. Por eso solo los abogados, Ryan y yo sabemos que ocurrió con ella.

Santiago asintió y acercó la carpeta amarilla en dirección a Caden.

— Como veras estos son informes policiales. Los hermanos Héller invirtieron millones de dólares en el departamento de policía de Los Ángeles para poder ocultar el secuestro. Cada retazo de información que la policía encontró en la escena está dentro de esta carpeta que tienes en tus manos. No hay ninguna copia rondando por ningún lado.

— Yo…entiendo todo eso. Pero no sé qué tiene que ver conmigo. —admitió su ex después de unos segundos de leer la información en sus manos.

Kevin apretó el hombro de Caden y salió de su lugar detrás de él.

— Tengo entendido, Caden, que tu relación con Leah casi rebasa los cuatro años. ¿Me equivoco? —preguntó.

Caden negó con su cabeza en dirección a Kevin. — Se cumplirían cinco años dentro de cinco meses.

Kevin asintió. — Dos días después del cumpleaños número dieciocho de Leah.

— Si, así es. —asintió.

— Escucha chico, no queremos hacer de malos aquí. Pero lamentablemente no nos dejaste otra opción. —dijo Adam, extendiendo una carpeta. —Mantenla cerrada hasta que te diga.

Caden lucia cada vez más confundido, pero sus ojos ámbar seguían evitando encontrarse con su mirada.

— La confianza con las parejas hoy en día lo es todo, como sabrás. —expresó Kevin mientras miraba los cuadros colgados en la pared.

La oficina del señor Haroldson era la única que no poseía cuadros de lavanda por ningún lado.

— La confianza es la base de las relaciones, si no hay confianza no hay nada. Y eso no es solo ahora, creo que lo fue siempre. —dijo Caden con firmeza.

Alan rio. Una risa de verdad, Leah nunca lo había oído reír de ese modo.

— Tienes huevos, voy a concederte eso. Tristemente no estoy aquí para ser tu amigo ni darle más vueltas al asunto. Estoy aquí porque mi cliente confió en ti. Claramente no debía, pero no la culpo, es joven y cuando somos jóvenes tomamos malas decisiones. —dijo tranquilamente.

— ¿Ahora eres su cliente? —preguntó Caden con burla. Sus ojos lanzaban llamaradas de odio.

— Siempre fui su cliente Caden, pero no interrumpas. Aun no llegamos a la mejor parte. —dijo de manera sarcástica.

— ¿Hay más? ¡Qué maravilla! —murmuró el del mismo modo, goteando sarcasmo.

— Abre la carpeta Caden, lee en voz alta lo que dice la imagen. —dijo Alan.

Caden obedeció. Su boca se abrió y sus ojos se mostraron asombrados por unos segundos, luego la miró.

— Tú sabes que yo jamás…

— Lee la imagen. —ordenó Kevin, serio.

— Caden Haroldson, No me gustan las perras abusadas, es mejor estar solo que aguantar toda su m****a psicológica. @LeahGHeller. Lina Paxton @PxLine respondió a @CadenHaroldson “Supera tu m****a, las mujeres abusadas merecen ser felices. Quizás tu no seas la persona correcta para ella.” Caden Haroldson @CadenHaroldson respondió al comentario de @PxLine “Tú también eres una violada”

— Leah confió en ti y tú publicaste eso en Twitter. —dijo Adam. Su expresión era feroz.

— Leah…cariño sabes que yo jamás te haría esto. —sus ojos lucían atormentados y Leah cerró los ojos.

— Eres la única persona que sabía esto, y es tu cuenta Caden. —habló ella con sus ojos aun cerrados, negándose a derramar más lágrimas.

— Las cuentas de las redes sociales pueden ser hackeadas Leah, te lo hicieron millones de veces y lo sabes. ¡Esto no es más que m****a! —gritó.

Leah se sobresaltó.

El respiro profundamente. —No quería gritarte…pero podrías haberme preguntado por esto Leah, no hacía falta hablar con tus abogados sobre esto. —dijo más tranquilo.

— No estamos aquí solo para solucionar las cosas entre ustedes, en realidad somos felices sabiendo que Leah y tú ya no son pareja. —admitió Santiago encogiéndose de hombros. Era gracioso de ver, un sexy hombre con un traje de más de tres mil dólares encogiéndose de hombros como un niño.

— La información llegó a mano de los medios, y ahora se preguntan si es cierto y porque el departamento de policías no advirtió nada sobre ello. El departamento de policías podría no hablar, o podría hablar. ¿Sabes cuantos años de encierro dan por sobornar a un policía? Ahora imagina a todo el departamento. —explicó Alan. — Quiero evitar esta situación, espero que me entiendas.

— Yo no escribí esa m****a, ni siquiera quise que Leah me dijera que era lo que la tenía tan disgustada desde su “viaje”. —hizo las comillas en el aire. — No quiero echarle la culpa, pero tengo a cuatro tiburones y dos mamá oso esperando a despedazarme cuando el cachorro este a salvo. —se quedó en silencio unos minutos. — Volvimos de una fiesta en la casa de los River, Leah estaba acostada en mi cama y yo me estaba cepillando los dientes, ella se acercó a mi…lucia tan triste, le pregunte que sucedía y simplemente se rompió…me abrazo tan fuerte que todavía tengo los moretones. No supe que hacer, así que la tome en mis brazos y la lleve a la cama.

Leah recordó con claridad. Era la primera noche en muchos años que se sentía como cuando solamente eran ellos dos contra el mundo.

— Se acurruco contra mí como si fuera lo único que la mantenía en tierra y me conto todo…yo no pude procesarlo al principio, pero luego me golpeó como un puñetazo en el estómago. No recordaba que algún día haya sentido tanto dolor como ese…ella se durmió, pero me quedé toda la noche pensando en eso. Al día siguiente, después de dejarla en su casa, fui a hacer una visita en la cárcel…no se tienen muchas barreras cuando el dinero lo maneja todo. Ellos no sabían quién era, y me encargue de hacérselo saber cuándo los deje llorando en el suelo.

— ¿Los golpeaste? —preguntó ella.

— No, cielo. Les saque la m****a a golpes. —dijo engreído.

— ¿Entonces quieres decir que no fuiste tú el del tweet? —preguntó Adam, poniéndose de pie.

— Dame tú teléfono cinco segundos, puedo descubrir tu contraseña y en todas tus redes sociales serias gay. —se encogió de hombros —. Los chicos de nuestro mundo vivimos de la tecnología, no es la primera vez que alguien hackea mi cuenta y comparte algo que nada tiene que ver conmigo.

— Pero esa persona sabía lo que paso esa noche. —indicó Leah con el ceño arrugado.

Caden frunció el ceño. — No le dije a nadie si es lo que piensas, se guardar secretos.

— Bueno, veo que tenemos que resolver esto antes de que siga creciendo como una montaña de heces. — señaló Kevin con una sonrisa mientras cerraba todas las carpetas y las guardaba en su caro maletín de cuero.

Alan le frunció el ceño a su amigo y después giro el rostro en dirección a Caden.

— Necesitamos que firmes este contrato de confidencialidad por todo lo que se habló hoy, si tienes la más ligera sospecha de que alguien pudo haber escuchado la conversación vienes a nosotros. —extendió una tarjeta, Caden la tomó. — Ese es el número de mi oficina. No dudes en llamar a cualquier horario. Evita dejar mensajes con la información que puedas tener. — se puso de pie y le extendió la mano, Caden la tomó, algo confundido por lo rápido que habían pasado las cosas. — Fue un gusto conocerte.

Y con eso se alejó en dirección a la puerta y su hermano y amigos lo siguieron. Leah y Daniel se quedaron allí sentados por unos segundos. Daniel habló primero.

— Espero que no hayas mentido en nada Caden, te conozco desde que tenías pañales y se cosas que podrían perjudicar a tu familia por siempre, no me hagas usar esa información. —se puso de pie y caminó hacia la salida.

Caden la miró, no había nada en su expresión. Era la misma que ella tenía en ese momento.

— Te di motivos para desconfiar de mí, y lo acepto. Pero esto es algo… —sacudió la cabeza — Me gustaría que te fueras de aquí Leah, si tengo algo de información le hare saber a tu abogado, creo que todo lo que teníamos que decir fue dicho ahora.

Leah se remojó los labios.

— Caden…

Él negó.

— No quiero saber nada.

Leah asintió y se puso de pie, abandonó la habitación en cuestión de segundos y se encontró con sus hermanos de pie, esperando por ella. Los abogados ya esperaban fuera.

— Fue un gusto verlos nuevamente, espero que la próxima vez sea  en mejores circunstancias. —dijo Ryan mientras saludaba con una apretón de manos a los padres de Caden.

***

Leah se tiró sobre la cama y cerró los ojos, sus manos casi temblaban luego de haber salido de la casa de Caden, pero se había mantenido tranquila.  Ryan no había mencionado nada cuando habían subido al auto, mucho menos cuando llegaron a la casa, solo lo observo desaparecer escaleras arriba y supuso que iba a seguir durmiendo.

Daniel se fue directamente a su trabajo, la empresa que habían fundado no se mantendría sola. Eso era seguro, Ryan no estaba haciendo su parte después de todo.

Su teléfono sonó sobre el colchón y le dio una mirada de reojo.

El nombre de Gavin Kendrick, un amigo que había conocido en un bar en el que no debía estar hacía muchos años, definitivamente Gavin no entraba en la categoría de amigos que sus hermanos querían para ella. Una vez más, eso no le importaba. Había convivido con ese chico casi dos años, había aprendido cosas que asustarían a un niño de su edad, definitivamente ella era parte del club de motociclistas.

Gavin:

Seria genial si te pasaras un rato. K y Anders están en tu puerta, ocultos.

Leah:

Yendooooo J

Apagó la pantalla de su teléfono y corrió a su closet a cambiarse. Los chicos del club no apreciaban precisamente una linda ropa femenina de marca, los hacía sentir incomodos. Y a ella no le gustaba cuando se sentían de ese modo, se había criado con ellos en un duro momento de su adolescencia.

Sabía que en algún momento sus hermanos sabrían que estaba saliendo de la propiedad, así como también sabía que habría un sequito de hombres trajeados que seguirían sus pasos sin interferir, simplemente la mantendrían segura siendo unas sombras en su camino.

Sus pantalones de jean estaban tan gastados que se habían rajado en la rodilla, tenía uno de los bolsillos hechos añicos, pero eran cómodos, sus botas de combate negras eran calientes, pero evitaban golpes. Su remera negra de Jack[1] ya no era tan negra como en sus días buenos.

Tenía un agujero en la axila, otra vez, no le importaba.

Tomó su teléfono y las llaves del auto y salió de su habitación.

Carter no volvería hasta dentro de tres horas. El colegio privado al que acudía era estricto, tenía un gran control sobre los niños y las personas que los retiraban. Siempre que llegaba uno de los choferes llamaban a ambos hermanos para confirmar que Carter iba a ser ingresado en algún vehículo. Le enviaban la matricula por mensaje de texto.

Sus pasos resonaron en la escalera de vidrio mientras bajaba, observó cómo la cámara seguía sus movimientos, soltó un bufido mientras bajaba el último escalón y atravesaba la puerta que la llevaba al garaje.

El auto que sus hermanos le había comprado el año anterior estaba estacionado en el garaje, tenía esas fundas que los cubre para que no se arruine y estaba sin una mota de polvo.

Quitó la funda y abrió la puerta, se metió en el auto y sintió el olor a nuevo, sus ojos se fruncieron en confusión, pero supuso que era uno de esos ambientadores. Puso la llave en su lugar y encendió el auto, la puerta automática del garaje se abrió cuando presiono el botón y salió dando marcha atrás.

Las carreteras seguían siendo las mismas, no le sorprendió encontrar que algunos arbustos habían crecido un poco más de la última vez que se había montado en el auto. Sus pies pisaron el acelerador con fuerza y las llantas se comieron los veinte kilómetros que la separaban de la casa del club.

Vio por el espejo retrovisor un par de motocicletas seguirla, K y Anders eran buenos amigos, prácticamente había convivido con ellos cuando vivió en la sede del club. K, era la inicial de Kennedy Kian Kersey, le gustaba llamarse K. Anders, por otro lado, se hacía llamar así por su apellido.

Con una sonrisa en sus labios los vio acelerar hasta situarse a su lado, bajó la ventanilla y le lanzo un beso a K, el chaleco de motociclista le quedaba como un guante, sus músculos se veían bien bajo las mangas cortas de esa camiseta blanca. La piel bronceada de su amigo brillaba con el sol y algunas gotas de sudor se escurrían por esos brazos que parecían un par de troncos.

Él era realmente grande.

— Hola bombón. —dijo el mientras sonreía y volvía la mirada a la carretera.

Ella soltó una carcajada, pero no respondió nada. Su mirada se quedó pegada en el espejo retrovisor, una camioneta SUV negra los seguía a una distancia prudente.

La seguridad que sus hermanos habían contratado no eran discretos, quizás no tenían órdenes de serlo. Pero Leah sentía como comenzaba a perder esa ansiada sensación de libertad que había tenido segundos antes de verla.

Pero no podía hacer nada más, sus hermanos habían impuesto la regla y quiera o no debía obedecerlos para no pasar por la misma situación de meses atrás.

Desde que ella comenzó a vivir con sus hermanos había sido muy difícil visitar a sus amigos del club, por suerte el viejo se había encargado de eso rápidamente, creando una increíble fachada falsa de un bar muy tranquilo al que se podía recurrir durante el día o la noche.

Además de generar buenos ingresos, el bar contaba con una puerta trasera que conducía directamente a un pasillo de quinientos metros que desembocaba en la puerta trasera del club, que era donde quería ir en ese momento.

La seguridad que sus hermanos habían contratado no saldría de la camioneta, ya que el bar teína personal de seguridad de sobra. Además no podían ingresar con armas al lugar, después de todo era un ambiente familiar.

Estacionó el auto y soltando un suspiro salió. Hacía mucho no veía a esas personas.

[1] Hace referencia a la marca de whisky JACK DANIELS.

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