Alejandra Marie Costa
—Alex, cambia esa cara. Necesitamos ser positivas; todo estará bien con Richard —escucho decir a Lina, quien, a pesar de las circunstancias, trata de darme ánimos.
Sin embargo, los pensamientos negativos persisten, como una pesada bruma que amenaza con asfixiarme lentamente.
Ya han transcurrido tres días desde que Richard tomó un camino distinto al nuestro.
Desde entonces, cada minuto ha sido una batalla contra la incertidumbre. Me esfuerzo por mantenerme firme, pero la ausencia de respuestas pesa más con cada hora que pasa.
Lina intenta distraerme con anécdotas, planes futuros o simplemente con su compañía silenciosa. Lo agradezco, aunque a veces me resulta imposible salir del bucle de preguntas que me atormenta.
¿Volverá?
¿Estará bien?
En la noche, cuando todo se calma y las luces se apagan, es cuando más lo siento. Su risa. Su forma de mirar el mundo. La manera en que decía mi nombre. Todo eso se mezcla en mis recuerdos como piezas rotas de un rompecabeza