El eco de sus pasos resonaba en el vasto vestíbulo. Elara se sintió pequeña, como si el lugar y sus retratos la observaran, juzgando su vestido y lo poco práctico que era su vestimenta. Un resplandor de vida llegó de repente en forma de Grace, que bajaba la gran escalera con una sonrisa luminosa y un conjunto de lana que la hacía parecer una flor en medio del frío.
—Elara, querida, ¡qué bueno verte! ¿Estás lista?—dijo Grace con una voz dulce y melodiosa que contrastaba con la severidad del lugar—. El viaje a la ciudad nos hará bien a todos. Mi esposo dice que los chicos están estresados, pero estoy segura de que un poco de aire fresco y tiempo juntos en familia lo solucionará.
Elara forzó una sonrisa, sin poder evitar que sus ojos se dirigieran hacia la gran puerta principal, como si esperara a que el lobo la derribara. La idea de estar sola en el auto con Duncan y Keith hacía que el corazón se le encogiera. Después de lo de anoche, las cosas entre los hermanos se sentían aún más tens