En la casa de los Dunckan, Sole se encontraba despierta corriendo por la cocina. Estaba haciendo los preparativos para el cumpleaños de Aye y no podía dormir, sin antes dejar preparado todo para el fin de semana. Erik despierta al sentir el lado de la cama donde duerme su mujer, vacío y frío. Él observa el reloj, descubriendo que son las cuatro de la mañana. ¿Dónde estaba su mujer y qué era lo que estaba haciendo? Sin dejar de sacar conclusiones en su cabeza, se levanta de la cama y se dirige fuera de la habitación con solo su bóxer puesto y descalzo. Siguiendo los ruidos, llega a la cocina, encontrándose con todo el lugar revuelto y su mujer corriendo de un lado a otro con un bol entre sus brazos y batiéndolo al tiempo que revisa alguna cosa que tiene dentro del horno. Con una pequeña sonrisa dibujada en su rostro se adentra en el lugar y se acerca a ella, o a donde pueda, ya que no estaba quieta en un lugar.
—¿Se puede saber qué haces? —curiosea Erik divertido.
—¿Qué parece que hago