Capítulo XI

No había ni por dónde caminar en ese sitio. Antonio deambuló por entre rostros y cuerpos sudorosos, apeñuscados por un espacio de diez centímetros cuadrados para bailar. Quiso escribir a Sergio para preguntarle en dónde estaba, pero cuando intentó sacar el celular no pudo siquiera meterse la mano al bolsillo. Buscó la salida y después de tropezar y pisar a varias personas, encontró la entrada.

—Si sales, ya no podrás volver a entrar —le advirtió uno de los miembros del staff.

—¿Cómo?

Afuera, alcanzó a ver la enorme fila que se había formado. Era cierto, si salía solo volvería a entrar llegada la madrugada. Con algo más de espacio en ese lugar, sacó el teléfono para enviar el mensaje cuando sintió que alguien tocaba su hombro.

—Hola, qué sorpresa.

Era la chica de la b

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