Luego de un minuto de absoluto silencio, el ministro retomó el discurso, llegando a la parte más importante de la ceremonia.—Marcus Torres, ¿acepta usted a Alicia Beltrán como su legítima esposa?—Sí, acepto. — Respondió Marcus, al tiempo que tomaba el bolígrafo que le ofreció el ministro y firmaba el acta.—Acaso… ¿Acaso escuché bien? — Desde su asiento, Carolina arrugó el entrecejo. — ¿El ministro dijo Beltrán?—Qué extraño… — Murmuró Mercedes, arrugando el entrecejo.—Y usted, Alicia Beltrán, ¿acepta usted a Marcus Torres como su legítimo esposo? Volvió a preguntar el ministro, ofreciéndole el bolígrafo a Carmen, lo que provocó que una fuerte ola de susurros se acrecentara, ambos novios miraron al público de reojo.—No los escuches… — Susurró Marcus a Carmen, llamando su atención. — Solo firma y todo esto habrá acabado…—¡Esperen un momento! — Se levantó Carolina, incapaz de aguantarse más, al ver cómo todos los invitados susurraban y se reían. — ¿Qué clase de brom
—Mi… ¿Mila? — Balbuceó Marcus, Incrédulo.La pobre chica, tiesa en el umbral de la puerta, sí que parecía un fantasma, blanca como un papel, sumamente delgada, ojerosa, con el cabello opaco y quebrado recogido en una coleta torcida, el niño se veía en mejor condición, pero aun así bastante delgado.Lo único que se veía en buen estado en la mujer y el pequeño niño, era la ropa que usaban y se notaba a leguas que era nueva, recién comprada.—Marcus… — Susurró Mila, al tiempo que los ojos se le cristalizaban y apretaba con fuerza la mano del pequeño.—¿Qué…? ¿Qué es esto? — Preguntó Marcus atónito, volteando hacia Carmen.—¿Es que no la recuerdas? —Cla… Claro que la recuerdo… — Marcus se enderezó, intentando recuperar su entereza. — Mila… Ella vivía con ustedes cuando eran niñas y luego se fue al extranjero para estudiar… Lo siento, es que… Me sorprende porque… Ha pasado tanto tiempo de eso… — Marcus volvió a mirar hacia la joven recién llegada, quien ya se limpiaba una escur
Dos sirvientas se encargaron de abrir las enormes y antiguas puertas de madera, jalando la manija cada una a cada lado, mientras que las otras cuatro sirvientas de la mansión, esperaban en el pasillo, dos de cada lado, todas con el rostro inclinado, como una reverencia.—Buenas tardes, señor Hidalgo. — Vocearon las seis empleadas al mismo tiempo, como un coro, cuando el dueño y señor de la casa entró.—Buenas tardes. — Mascullo Bastián Hidalgo, entregando el maletín a una de las empleadas, al tiempo que otra lo ayudaba a quitarse el saco.—Señor, la cena se servirá en un momento, si gusta… — Comenzó a explicar una de las sirvientas, cuando la gruesa y autoritaria voz de su jefe la acalló.—No tengo hambre, no deseo comer nada, tuve un día muy pesado en la oficina y me duele la cabeza, así que iré a mi habitación a descansar y no quiero que nadie me moleste… — Gruñó Bastián a todo pulmón.—¡Sí, señor! — Asintieron las seis sirvientas al unísono, manteniendo la cara agachada.
Las grandes puertas del salón principal se abrieron y Bastián Hidalgo hizo su entrada, mientras que terminaba de acomodarse la chaqueta del traje, al mismo tiempo, todas las personas presentes en el salón bajaban la vista en forma de una pequeña reverencia, excepto por una sola persona, su madre.—¡Vaya! Hasta que por fin te puedo ver… — Vocifero Mercedes, la madre de Bastián.—Sabes que siempre estoy muy ocupado, madre… — Bastián levantó la vista, dándose cuenta, finalmente, de que Mercedes, no era la única persona que lo esperaba, pues ella venía con varios invitados más.—Esa no es excusa para que ignores a tu madre, Bastián. — Se quejó Mercedes, al tiempo que levantaba una mano, para que su hijo le besara el dorso, en forma de respeto y como un saludo.—No te he ignorado… — Murmuró Bastián con cierta espina de sospecha, para luego tomar la mano de su madre y besarla, como ella lo esperaba.Una preocupación abordó la mente de Bastián, «¿ha llegado el momento?»—No me res
—Tienes que calmarte… — Fernanda sostenía a Carmen por los hombros, viéndola con determinación a los ojos. — Respira profundo…—Que… Yo… Es que… — Balbuceaba Carmen ya derramando lágrimas.—No puedes volver a permitir que los demás vean que te afecta o todos se enteraran de lo que pasa entre tú y el señor Hidalgo, debes ser más fuerte, Carmen… — Murmuró Fernanda con discreción.—¿Cómo? — Carmen arrugó el entrecejo confundida. — Tú… ¿Tú los sabes? —Por supuesto, no soy estúpida…—¿Todos los saben? — Preguntó Carmen aterrada.—No, claro que no, solo yo lo sé y es porque te conozco, llevo años conociéndote y trabajando con a tu lado con el señor Hidalgo, pero… Si vuelves a ser tan obvia, Carmen, ten por seguro que todos se enteraran… — Le advirtió Fernanda a su amiga. — Ahora, quédate encerrada en tu habitación, llora lo que tengas que llorar, sufre lo que tengas que sufrir y mañana sales a trabajar con la cabeza en alto, como si nada hubiera pasado, ¿entendido? —No… Yo
El día de la fiesta de compromiso había llegado y hasta ahora, aunque con muchas dificultades, Carmen había logrado esquivar a Bastián, para ella, su examante.No fue nada fácil, sobre todo considerando que vivían en la misma mansión, pero era un lugar muy grande en el que ella podía esconderse en el día, cuando él no estuviera trabajando y por las noches, Carmen se esforzaba trabando la puerta de su habitación con algún mueble pesado o se quedaba en la habitación de otra empleada, simulando sentirse mal.Hasta ahora todos sus esfuerzos habían dado sus frutos, pues no tuvo que tropezarse con su jefe y lo poco que vio a Bastián, fue en momentos en los que había alguien más presente, por lo que él no pudo acercarse.Claro, Carmen era muy consiente de que no podría esquivar a Bastián toda la vida, en algún momento ella tendría que volver a enfrentarlo, pero por ahora, era bueno hacerle notar a su jefe, que ella no estaba de acuerdo en seguir con su relación clandestina ahora que él se
—¿Qué haces aquí, Marcus? — Gruño Bastián, con mala cara, todavía muy pegado a Carmen, sin mover un solo músculo de su lugar y viendo a su sobrino por el rabillo del ojo, quien seguía paralizado en la puerta de la biblioteca.—Lo siento, tío, es que te estaban buscando y yo vi que, bueno… Es hora de hacer el anuncio del compromiso… — Intentó explicar Marcus, con los ojos muy abiertos.—Bien… — Asintió Bastián, para luego dirigirse directamente a Carmen, murmurándole en la cara. — Luego terminaremos con nuestra charla… Esto no se ha terminado, Carmen.Bastián la soltó y sin mirar para los lados o mostrar un atisbo de dudas, arrepentimiento o culpa frente a su sobrino, caminó hacia la puerta de la biblioteca estirándose el traje.—Los espero afuera, ahora mismo. — Gruñó Bastián antes de salir.—Sí, claro, tío… — Contestó Marcus, mostrándose muy serio hacia Bastián.Carmen se quedó allí recostada al escritorio, intentando recuperar el aliento, cuando Marcus volvió a voltear ha
Ambos, Bastián y Marcus, eran todo lo contrario el uno del otro, como el Ying y el Yang, el lado bueno y el lado malo.Y aunque Bastián arrastraba a Carmen hacia la oscuridad, como un pecado, como una tentación o una adicción, como el fruto prohibido que la llevaba hacia el lado malo, aun así, le era difícil tener que dejarlo.—¿Qué dices?, puedes huir conmigo esta misma madrugada, si quieres, cuando termine la fiesta y todos se hayan ido, yo te esperaré afuera… — Insistió Marcus al verla dubitativa.—Yo… No lo sé… — Carmen se separó, tragando grueso, para sostenerse del pasamanos del balcón, viendo nuevamente el paisaje, pensativa. — Esto es muy repentino, tú mismo lo dijiste, hace mucho que no nos veíamos y ahora… Todo esto es… Ni siquiera me lo creo…—No te estoy mintiendo, Carmen, y entiendo que tengas tus dudas, pero… Si desconfías podemos hacer un contrato…—No, es que… No sé trata de eso… — Lo interrumpió Carmen, sintiendo como su corazón saltaba, pues ni ella misma sa