Después de darnos nuestro merecido reencuentro, yo volteé a ver a Dimitri; él estaba boca arriba con un brazo debajo de su cabeza, se veía pensativo. Yo me acerqué un poco más a él y puse mi barbilla en su pecho; él bajó la mirada y me quedó mirando.
— ¿En qué piensas? ¿No te fue bien? — le pregunté.
Él me sonrió de medio lado.
— Asuntos familiares — me dijo.
Yo me senté en la cama.
— Déjame adivinar. Te han pedido que te cases con alguien, y tu has dicho que no, pero resulta que desde niños han estado comprometidos y tú no lo sabías, y ahora que fuiste allí, te lo dijeron y no puedes decir que no, porque le deben una enorme suma de dinero a su familia — le dije.
Las cejas de Dimitri estaban en lo más alto.
— ¿De dónde carajo sacas tantas cosas? ¿Y por qué tendría que casarme para saldar una deuda que yo no busqué? — me preguntó.
Yo me encogí de hombros.
— No lo sé, siempre pasa en los dramones de telenovela — le dije.
Él empezó a reír.
— Pues qué mierda de telenovelas — me contestó.