—Vago de mierda ¡Despierta!
Me tapo la cara con una almohada, y dejo que Carlota y María empiecen a cantar para felicitarme mis dieciocho.
—Oh joder... –gruño –dejadme en paz, es muy pronto.
— ¡Felicidades! –exclaman por sexta vez en minutos que llevo despierto.
—Levántate capullo –espeta Carlota –. Hay una chica abajo esperándote para ir a no sé dónde.
—Esa boca hija –la reprende su madre –. Iré a atender a la chica.
Abro los ojos de golpe y miro la hora en el móvil. Mierda, las diez y diez. Salgo de la cama de un salto y busco ropa por el ar