—Gracias –sonríe cálidamente –, soy Isis.
—Toda una Diosa –admito al reconociendo su nombre –, mira qué casualidad.
Agacha la cabeza sonrojada y me admiro por eso.
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— ¿Cómo te llamas? –pregunta. Ya estaba tardando.
Fijo mis labios en una fina línea.
—Azael.
Sonríe enormemente y asiente.
—Como el demonio –asegura soltando una risilla.
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