Lleva la barba algo poblada, y se nota que alguien se la afeitado no hace mucho mientras el chico estaba todavía en un sueño duradero. Pero sigue teniendo los mismos ojos de hijo de puta y la misma sonrisa arrogante que me muestra cuando cae en la cuenta de quién soy.
—Joder... –tose, y agarra un vaso de agua que hay en la mesilla de su lado –no pensé volver a ver a ninguno de la pandilla, no vivo.
Marc entra en la habitación, y mira al chico suspirando. Traviesa la estancia y se sienta en un sillón que hay al lado de la cama con una libreta y un bolígrafo.
—Muy bien Marcos, explícame qué recuerdas de antes de que cayeras en coma –pide Marc.
—Después de todo sigues d