Mundo ficciónIniciar sesiónEl interior del SUV olía a cuero nuevo y algo más oscuro—miedo, quizás, o anticipación, o esa mezcla particular de ambos que precedía a momentos que dividían vidas en antes y después. Claudia conducía con manos firmes en el volante, sus ojos alternando entre el camino delante y el espejo retrovisor donde Valeria sabía que la estaba observando. El asiento del pasajero se sentía como trampa, demasiado cerca de la mujer que había compartido la cama de su esposo, demasiado confinado para escapar si las cosas salían mal.
Sebastián, Isabella y Vincenzo ocupaban el asiento trasero en silencio tenso. Los agentes del CNI seguían en dos vehículos separados—uno adelante, uno atrás—formando convoy que se sentía tanto como protección como procesión fúnebre.
Las calles de Táng







