Mundo ficciónIniciar sesiónEl taller de Valeria siempre había sido su refugio, el lugar donde las telas y los hilos hablaban un lenguaje que ella dominaba a la perfección. Pero esa mañana, mientras intentaba enhebrar una aguja, sus dedos no respondían como debían. Temblaban. Por tercera vez, la punta del hilo se desvió del diminuto ojo metálico.
—Mierda —murmuró, dejando caer ambas manos sobre la mesa de corte.
La luz natural que entraba por los ventanales iluminaba el desorden creativo que la rodeaba: bocetos a medio terminar, retazos de tela de seda italiana que Enzo le había conseguido, y una taza de café que llevaba horas enfriándose sin que ella hubiera tomado más que un sorbo.
Valeria cerró los ojos. Necesitaba concentrarse en algo tangible







