Mundo ficciónIniciar sesiónLa terraza del ático de Marco ofrecía una vista privilegiada de Milán al atardecer. El cielo se teñía de tonos anaranjados y púrpuras mientras las luces de la ciudad comenzaban a parpadear como estrellas terrestres. Enzo Costa permanecía de pie junto a la barandilla, con los nudillos blancos de tanto apretar el metal y la mirada perdida en el horizonte. Su rostro, normalmente impenetrable, mostraba las huellas de noches sin dormir.
Marco sirvió dos copas de whisky y se acercó a su amigo, ofreciéndole una.
—Llevas media hora mirando la nada —dijo, apoyándose en la barandilla—. Y no has dicho una palabra desde que llegaste.
Enzo tomó la copa y dio un largo sorbo. El líquido ámbar quemó su garganta, pero no tanto como los recuerdos de Valeria que ardían en su mente.
—La estoy perdiendo, Marco —confesó finalmente







