El restaurante Cielo Azul resplandecía bajo las luces tenues de la noche madrileña. Valeria ajustó su vestido negro —una creación propia que había diseñado pensando en esta noche— mientras el taxi se detenía frente a la entrada. La prenda se ceñía a su cuerpo como una segunda piel, revelando curvas que sabía que volverían loco a Enzo.
Respiró hondo antes de bajar. Esta cena era importante; después de tantas idas y venidas, después de tantas batallas emocionales, por fin sentía que estaban encontrando un equilibrio. Un equilibrio frágil, pero equilibrio al fin.
—Buenas noches, señorita Hidalgo —saludó el maître con una sonrisa profesional—. El señor Costa aún no ha llegado, pero su mesa está lista.
Valeria asintió, siguiéndolo a través del elegante salón. La mesa, ubicada junto a un ventanal con vistas a la ciudad, estaba perfectamente dispuesta con velas y una botella de champán enfriándose.
—Perfecto, gracias —respondió, tomando asiento y c