Pietro tomó un baño y fue a dormir, quedando dormido como piedra. Por su lado, Guadalupe, salió al balcón que tenía su habitación y quedó viendo el cielo, se preguntaba:
- ¿Qué estará haciendo Massimo ahora? Ni siquiera pude despedirme de él.
Soltó un suspiro y recordó la conversación que escuchó por error entre Emma y la abuela Pellegrini.
Massimo tenía a alguien por quien suspirar, ella solo era una invitada en su casa, no tendría por qué enamorarse de él. Finalmente, sacudió la cabeza y se dijo:
- ¡Guadalupe, no seas burra! Esta es una oportunidad de conocer nuevas cosas. Pietro dice que el abuelo está bien y si él lo está, tú también debes buscar la felicidad.
Sin nada más que hacer, salió de la recámara por un vaso de leche y regresó a esta, tomó un baño y se puso el pijama que la abuela le acababa de comprar, para después quedarse dormida profundamente.
A la mañana siguiente los rayos de luz se colaban por esas cortinas casi transparentes; la vista era todo un espectáculo.
Abri